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Actualizado: 15 de mayo de 2025


Limpia y coqueta, sonríe en medio de un cinturón de verdor del que surgen sus torres grises. Aquellas fortificaciones son celebradas en diez leguas a la redonda. Son el paseo favorito de los aiglemonteses, que no se cansan de admirar sus puntos de vista, y es la primera visita que se impone a los extranjeros a quienes los azares o las exigencias de la vida conducen hasta nuestra peña.

Devoto, de un espíritu flexible y conciliador, el barbero exhalaba beatitud por todos sus poros; siempre iba cuidadosamente vestido de negro; sus cabellos grises y lisos se reunían detrás de sus orejas, y dos anchos surcos rojos, reemplazando a las cejas, se dibujaban encima de dos ojitos pardos, de una movilidad extraordinaria; pero lo que más llamaba en él la atención eran sus manos, cuya piel blanca y fresca y las uñas rosadas hubieran hecho honor a un canónigo de Toledo.

Ha sido Yégof, el loco Yégof dijo Jerónimo, cuyos ojos grises, rodeados de profundas arrugas y cubiertos de espesas cejas blancas, parecieron fulgurar en las tinieblas. ¡Ah! ¿Estás seguro?... La gente de Labarbe le ha visto subir cuando conducía a los otros. Los guerrilleros se miraron con indignación.

Verdad era que sus cincuenta y tantos años parecían sesenta; pero sesenta años de una robustez envidiable; su bigote blanco, su perilla blanca, sus cejas grises le daban venerable y hasta heroico aspecto de brigadier y aun de general. No parecía un Regente de Audiencia jubilado, sino un ilustre caudillo en situación de cuartel».

Y Carmen, con un modo ingenuamente lánguido, apoyó la mejilla en la palma de la mano abierta, y bajo la frente algo asimétrica sus hermosos ojos grises tomaron una expresión vaga; en la sombra de su meditación, miraba sonreír una cara que en la realidad no había visto nunca. Por mi parte, suspiró Zoraida, todos los días pido a Dios que no me traiga la ocasión de enamorarme. Laura intervino.

Y en tono de amorosa y expresiva admiración, y reteniendo al pobre Carlos con vacilante muñeca, lleno de ternura, prosiguió: ¡Contemplen, pues, a este pillastre! ¡Carlos, así Dios me condene, estoy orgulloso de ti! ¡Salga usted de casa! dijo el señor Tomás, levantándose con la amenazadora y fría mirada de sus ojos grises, y haciendo acopio de autoridad. Carlos, ¿cómo te atreves?...

Era espeluznante ver aquellos grupos de hombres demacrados, con grandes capotes grises, amontonados sobre paja sanguinolenta, llevando uno de ellos el brazo partido sobre las rodillas; otro con la cabeza atada con un pañuelo viejo, y otro, por último, ya muerto, sirviendo de asiento a los vivos, con las manos negras colgando entre las escalas.

Por fin suenan las doce de la noche y cambia la decoración como en los cuentos de hadas. La Cenicienta sube con su hermana mayor, o con su madre, hacia las económicas cumbres de Batignolles o de Montmartre. ¡La pobre cojea un poquito! El lodo inmundo salpica sus medias grises.

Mientras que Kernok expresaba tan libremente su escepticismo, la vieja había estudiado las líneas que cruzaban la palma de su mano. Entonces fijó sobre él sus ojos grises y penetrantes, después aproximó su dedo descarnado a la frente de Kernok, que se estremeció sintiendo la uña de la bruja pasearse sobre las arrugas que se dibujaban entre sus cejas.

El cielo se había obscurecido: ella miraba los vapores grises que subían por las cuestas de las montañas y envolvían la vegetación: miraba el lago gris y encrespado, que parecía de plomo; los árboles se doblegaban al impulso del viento, perdían sus primeras hojas. Yo la acompañaba mentalmente en su pensamiento elegíaco delante de la visión otoñal.

Palabra del Dia

bagani

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