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Do quiera que vuelvas los ojos hallarás en suma fachadas sin viviendas, entre cuyos sillares brotan el musgo y la malva, por cuyas ventanas pasan revolando los pájaros amantes de las grandes ruinas; monasterios inhabitados, templos desiertos, plazas donde crece la grama, calles á todas horas silenciosas, mercados donde no se trafica, talleres donde no se trabaja, tiendas donde no se vende; una poblacion en fin inactiva, dormida, mermada, pobre, privada de las delicias de la cultura islamita, divorciada con las dulzuras de la progresiva civilizacion cristiana, y marcada con el estigma de una dolorosa decadencia material y moral .

Ayer un poeta cantaba inspirado, Mas vino la muerte con soplo letal, Y hoy frio y vacío su cráneo potente Se ofrece á los rayos del gran luminar. En este lecho de silvestre grama No te vendrá á turbar ningun mortal, Ni el eco torpe que al tirano aclama, Ni el rumor de la orgía mundanal.

El tiempo habia hecho su oficio: todas las construcciones poco sólidas se habian reducido á polvo: la tierra, tan afanosa por tragar los monumentos de los hombres que le arrancan los tesoros de sus entrañas, habia recobrado lo suyo, y con su incesante é imperceptible crecimiento cubierto ya las marmóreas escalinatas rotas, los pavimentos de piedra desnivelados, los acueductos, algibes, estanques, fuentes, baños: todo lo somero y profundo, sobre lo cual tendió largos años su capa de nieves y barrizales el aterido invierno, su verde manto de grama la alegre primavera, sus tejidos de cardos, espinos y punzante maleza el abrasado verano, y el otoño su seca y amarilla vestidura de despojos.

El aire estaba impregnado de los mas ricos perfumes; los matorrales de helechos sacudian sus húmedas melenas sobre las alas de la brisa, y al concierto de rumores salvajes que se alzaba del seno de las profundas ramblas ó torrentes se juntaba el ruido de las campanillas que agitaban las vacas y las cabras, al vagar por las entrecortadas praderitas de la montaña, devorando con avidez y delicia la grama humedecida.

Levantando la vista sobre las colinas del E. S.-E., que dominan la márgen derecha del rio, se ven sobre alfombras de grama los mas alegres bosquecillos y huertos, y senderos caprichosos cavados en las peñas, y luego se extienden hasta perderse en el horizonte lejano de los Alpes berneses, bajo un cielo sereno y dulce, lustrosas praderas donde pacen los ganados de cria y alegres campiñas donde medran las mieses y numerosos grupos de árboles frutales.

En efecto me contestó mi amigo, no encontrarás en toda la provincia un cocal como este; observa su cerca, su tierra, su labor, sus árboles y verás que ni falta una piedra, ni crece una grama, ni fructifica una parásita, y, cosa rara, este cocal no tiene dueño, es de todos y de nadie, no hay vecino del pueblo que no lo atienda, que no lo cuide, que no lo mejore, y, sin embargo, su dueño no es de este mundo.

Situada entre los repliegues de una cordillera, en valle pintoresco y dilatado, circundada de risueñas colinas y de montes altísimos, Villaverde, como la isla de Calipso, goza de una constante primavera. No agotan calores estivales la mullida grama de sus dehesas, ni los vientos glaciales del Citlaltépetl marchitan la exuberante lozanía de sus florestas.

Si usted lo sabe, le agradecería que me lo comunicase le dijo Stein. No puedo decirlo repuso el pastor , porque aunque que lo hay, no lo conozco. ¿Quién lo conoce, pues? preguntó Stein. Las golondrinas contestó el pastor . ¿Las golondrinas? El perro, el uso del vomitivo, comiendo la grama, que para él es de virtud vomitiva.

El marqués no inventó la pólvora, es cierto que no, y la moza se distraerá con los de su clase cuanto quiera, dígalo el bailoteo en la gaita de hoy; pero no iba a tener la desvergüenza de pegársela en sus barbas, con el mismo capellán.... Hombre, no hagamos tan estúpido al marqués. Julián se volvió, más bien arrodillado que sentado en la grama, con los ojos abiertos de par en par.

«Puede ser dijo Medio pollito con la cresta encendida como la grama , puede ser que encuentre un cirujano diestro que me ponga los miembros que me faltan. Conque, no hay remedio; me marchoCuando la pobre madre vio que no había forma de disuadirle de su intento, le dijo: «Escucha a lo menos, hijo mío, los consejos prudentes de una buena madre.