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Actualizado: 18 de junio de 2025


La muchedumbre encontró la fiesta muy de su gusto. El toreo se hizo democrático al convertirse en una profesión. Los caballeros fueron sustituidos por plebeyos, que cobraban al exponer su vida, y el pueblo entró en masa en las plazas como único señor, dueño de sus actos, pudiendo insultar desde las gradas a la misma autoridad que le inspiraba terror en la calle.

Iban á empezar los diarios oficios, y los devotos residentes en Monte-Carlo acudían también, uniéndose á los venidos de fuera. Todos subieron á la vez las gradas de mármol, siguiendo sus tres caminos de alfombra sujeta por varillas de bronce que brillaban al sol.

El día anterior había regresado muy tarde á la ciudad, después de verse festejado y admirado durante varias horas por más de cien mil mujeres. Su discurso en las gradas del templo de los rayos negros lo había escuchado esta enorme multitud, interrumpiéndolo con aplausos. Su éxito resultó tan ruidoso como el del joven poeta rival de Golbasto.

Bajo la terraja del templo, un doble hemiciclo de mármol rodea la fuente y sus gradas, donde las jóvenes iban en otro tiempo á aprovisionarse de agua, bajan hasta hundirse en el líquido cristalino. La fuente es de un azul insondable á la mirada. Saliendo del fondo de un abismo abierto como un embudo, la masa de agua se ensancha subiendo y se extiende circularmente en la superficie.

Tres gradas de mármol blanco dan ingreso al piso bajo, destinado sólo a recibimiento y adornado con esa pulcra sencillez que adopta todo lo bello y destierra todo lo suntuoso, y constituye el buen gusto y la elegancia en el decorado de un palacio de campo.

En uno de ellos, cuatro gradas cubiertas de encaje sucio y un pedestal de pintura descascarillada, adornado con cabezas de angelitos, servían de trono a una Virgen de tamaño natural, envuelta en rico manto de terciopelo negro entrapado de polvo, sobre cuyo pecho brillaba un corazón de hojadelata atravesado por siete espadas de lo mismo: en cambio el rostrejo y la corona eran de plata.

Vimos a un hermano lego, viejo y apesadumbrado que, sentado en las gradas de la cruz blanca, lloraba unas veces por sus hermanos que se iban, y otras por el convento que se quedaba solo. «¿No viene su merced?», le preguntó un corista. «¿Y adónde he de ir? respondió Jamás he salido de estos muros, donde fui recogido niño y huérfano, por los padres.

Entre los obscuros tonos de aquella multitud se destacaban ya las toquillas de vivos colores de las mujeres, ya el casco de un arquero herido por los rayos del sol. En el centro de la llanura, quedaba el espacio cercado que se destinaba á las justas, con gradas y tribunas engalanadas con multitud de gallardetes y banderas.

Tuvo lugar la justa en las Gradas y hubo procesiones, se corrieron sortijas y se lidiaron diez toros delante de las puertas del Alcázar, por acuerdo de 3 de Diciembre de 1453.

15 Y Salum hijo de Colhoze, príncipe de la región de Mizpa, restauró la puerta de la Fuente; él la reedificó, y la enmaderó, y levantó sus puertas, sus cerraduras y sus cerrojos, y el muro del estanque de Siloé de la huerta del rey, hasta las gradas que descienden de la ciudad de David.

Palabra del Dia

rigoleto

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