Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 18 de junio de 2025
Se sale del paso lleno de barro, y se sube á una roca escalonada, por cuyas desiguales gradas se asciende temblando. Las salas, con bóvedas inmensas, suceden á los desfiladeros y éstos á las salas; montones de piedras desprendidas del techo se levantan como islas en medio del agua.
Debajo de los aposentos había una serie de asientos en semicírculo, que se llamaban gradas, y delante de éstas el patio, espacioso y descubierto, desde donde las gentes de la clase más ínfima veían de pie el espectáculo.
En medio del patio se levantaba un túmulo como dos varas del suelo, cubierto todo con un grandísimo dosel de terciopelo negro, alrededor del cual, por sus gradas, ardían velas de cera blanca sobre más de cien candeleros de plata; encima del cual túmulo se mostraba un cuerpo muerto de una tan hermosa doncella, que hacía parecer con su hermosura hermosa a la misma muerte.
Una raya de luz más clara caía sobre una ancha escalera cuyas gradas gastadas descansaban en pilastras de piedra. Altas puertas de roble, arqueadas, conducían a diferentes habitaciones, pero no me atreví a acercarme a ninguna de ellas: se me figuraban las puertas de una prisión.
Para llegar á sus puertas es preciso ir en una góndola: las primeras gradas de la escalera que le dan acceso, hállanse cubiertas por el agua: se atracan las graciosas embarcaciones á unas astas que á las puertas de los palacios se encuentran, y se penetra con toda comodidad en el vestíbulo.
Sobre las dos gradas que formaban el presbiterio había, a la izquierda del retablo, una especie de armario de cristales, embutido en la pared, donde se guardaban reliquias: allí se dirigió Currita, mandando a Germán que abriese la puerta.
En hora buena. A las doce estaré en las casas derribadas de San Martín dijo don Bernardino, y salió. ¿Y dónde nos veremos nosotros, señor alférez? dijo Juan Montiño á Ginés Saltillo. ¿Sabéis á las gradas de San Felipe? -Sí. Pues á las once y media, en las gradas de San Felipe. Montiño saludó y se volvió al bastidor. Todavía estaba allí la señora Mari Díaz.
Entretanto, la noche acababa de caer sobre los campos, y las tinieblas habían invadido la vieja torre. Algunos reflejos de luna penetraban solamente por el alféizar de la ventana y blanqueaban oblicuamente la piedra de las gradas.
Cierta mañana, al retirarse de las gradas del altar, donde acababa de recibir la comunión, ofrecía su rostro tal expresión edificante, que una mujer salió del concurso, y arrodillándose delante de ella le pidió su bendición. María, turbada y confusa, quiso negarse; pero al fin no tuvo más remedio que ceder a sus instancias.
Pidieron su mano para un joven Príncipe que tendría su puesto sobre las gradas del trono, cuando la Francia, que esto era imprescindible, reanudara la cadena de las tradiciones napoleónicas.
Palabra del Dia
Otros Mirando