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Actualizado: 25 de mayo de 2025


Sin embargo, alguna vez al despedirse, Ramiro juntó su boca con la de aquella criatura vestida de harapos como una gitana, y este movimiento maquinal llegó a despertarle, en el correr de los días, cierto extraño deleite, que le recordaba el saborcillo sucio de las frutas cogidas en el suelo.

Si me quisiesen para discreta, aún llevarme hían; pero en algunos palacimás medran los truhanes que los discretos. Yo me hallo bien con ser gitana y pobre, y corra la suerte por donde el cielo quisiere.

Cuando la muchacha, aturdida por este parloteo, y dudando si emplear sus ahorros en el gran remedio que le proponía para sujetar al novio infiel, acababa por entregarle dos reales, la gitana prorrumpía en lamentos y súplicas. Reina, añade aunque no sea mas que un realillo. ¡Con esa carita de clavel, y tan agarrá!

La Caramba, ya quería matarle, ya quería morir ella por amor de él; pero de todos modos ansiaba ser amada. Consultó a una famosa gitana hechicera, que había entonces en Madrid, y esta gitana le vendió el puñalito con puño de oro para que le clavase en el corazón de la efigie, como la Caramba lo hizo. No por eso conquistó ella el vivo y verdadero corazón de D. Jacinto.

Algunos recordaban con amargura que les había invitado a la fiesta, y se lamentaban de la ausencia. Uno de ellos preguntó si era cierto que una muchacha de la gañanía estaba enferma del susto. Al decir Rafael que era una gitana, muchos levantaron los hombros. ¡Una gitana! pronto se pondría buena.

¡Olé las mujeres de buen diente!... Ahora a beber para que no se os atragante el bocado. Las botellas se vaciaban, y las bocas de las muchachas, azuladas antes por la anemia, mostrábanse rojas con el zumo de la carne, y brillantes con las gotas de vino que se escurrían hasta las barbillas. Mari-Cruz, la gitana, era la única que no comía.

Hacia una de éstas algo mejor que las otras avanzó rápidamente; pero antes de llegar á ella escuchó un canto que la dejó repentinamente clavada al suelo. Era Velázquez que entonaba una seguidilla gitana. Quedó inmóvil y pálida.

Sulfurábase Teodora al oír que «la señorita» ponía en duda su ciencia. Si catañeaban otras; era posible una equivocación... ¡pero ella! No había mas que una Teodora en toda la Península. Allá en Cordobate existía otra gitana de su arte, pero todos declaraban su inferioridad.

Picantes y provocadoras para ofrecerse á bailar, seduciendo al extranjero, se hacen esquivas y severas, casi insolentes, cuando se les hace comprender que su amabilidad ha sido mal interpretada. La gitana casada es fiel por religion y tradición de raza; la soltera es casta por reflexion, por interés personal y de raza también, y por educación.

¿Quiérenme dar barato, ceñores? dijo Preciosa, que, como gitana, hablaba ceceoso, y esto es artificio en ellas; que no naturaleza. A la voz de Preciosa, y a su rostro, dejaron los que jugaban el juego, y el paseo los paseantes, y los unos y los otros acudieron a la reja por verla, que ya tenían noticia della, y dijeron: Entren, entren las gitanillas; que aquí les daremos barato.

Palabra del Dia

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