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Y eso por ti... ¡por ti, que te portas peor que una gitana! ¡por ti, veleta!... Exaltándose a impulsos de su ira, hablaba de la tristeza de Rafael, del gesto lloroso con que había implorado su auxilio, de la angustia con que aguardaba el resultado de su mediación. Pero no pudo hablar más.

GUZMÁN. , Señor, a una gitana. NU

Gallardo quedó aturdido por el dolor y la vergüenza, mientras la dama, como si comprendiese lo extemporáneo de su agresión, intentaba justificarla con una fría hostilidad. Es para que aprendas. Yo lo que sois vosotros los toreros. Me dejaría atropellar una vez, y acabarías zurrándome todos los días, como a una gitana de Triana... Bien está lo hecho. Hay que conservar las distancias.

En aquella parte, una mujer esmirriada lavaba pingajos en una artesa: no era gitana, sino paya. Por las explicaciones que esta le dio, en la parte de la izquierda vivían los gitanos con sus pollinos, en pacífica comunidad de habitaciones; por lecho de unos y otros el santo suelo, los dornajos sirviendo de almohadas a los racionales.

El cantar de Preciosa fué para admirar a cuantos la escuchaban. Unos decían: "¡Dios te bendiga, la muchacha!" Otros: "¡Lástima es que esta mozuela sea gitana! En verdad en verdad que merecía ser hija de un gran señor."

Ea, niña dijo la gitana vieja , no hables más; que has hablado mucho, y sabes más de lo que yo te he enseñado; no te asotiles tanto, que te despuntarás; habla de aquello que tus años permiten, y no te metas en altanerías; que no hay ninguna que no amenace caída. ¡El diablo tienen estas gitanas en el cuerpo! dijo a esta sazón el Tiniente.

En unas casas encontraba al hombre sentado en un rincón, con aspecto enfurruñado, y a la mujer tendida en el suelo. Pasa de largo, Joselillo gemía la gitana . Hoy no puedo darte el real: no he ganado nada. ¡Mira cómo me ha puesto el cuerpo ese bruto! Y señalaba al marido, que permanecía impasible, con la tranquilidad del que cumple su deber.

Transcurrieron semanas, meses, y llegó el aniversario del día en que le conoció... No: no fue de día, fue de noche. Lo recordaba hasta en los menores detalles. Estaba vestida de gitana: falda de percal muy hueca, rizos en las sienes, moño bajo y la nuca acariciada por un manojillo de flores que parecían colocadas por el mismo diablo.

Fuéronse, y juntáronse con las muchas labradoras que a la hora de las avemarías suelen salir de Madrid para volverse a sus aldeas, y entre otras vuelven muchas, con quien siempre se acompañaban las gitanas, y volvían seguras. Porque la gitana vieja vivía en continuo temor no le salteasen a su Preciosa.

Y la gitana alejábase hacia la puerta de Toledo, combinando, en las tortuosidades de su trapacera imaginación, el medio de jonjabar a algún payo que le deparase la buena suerte, de sacarle el dinero, prometiéndole, por medio de sortilegios, el premio gordo de la Lotería.