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Actualizado: 25 de mayo de 2025


En tanto que esto pasaba, estaba la gitana vieja considerando grandes, muchas y diversas cosas, y al cabo de toda esta suspensión e imaginación, dijo: Espérenme vuesas mercedes, señores míos, un poco; que yo haré que estos llantos se conviertan en risa, aunque a me cueste la vida. Y así, con ligero paso se salió de donde estaba, dejando a los presentes confusos con lo que dicho había.

Todas estas cosas y la cara de susto que notaron en la señorita, en la gitana y en Cornias, y de veneno en el hijo de don Adrián, tan alegrote de suyo, pusieron la curiosidad de los pescadores en una tirantez insoportable. Por lo cual, en cuanto se perdió Leto de vista, ya estaban ellos al costado del balandro acosando a Cornias con preguntas.

Ni los soles, ni los aires, ni todas las inclemencias del cielo, a quien más que otras gentes están sujetos los gitanos, pudieron deslustrar su rostro ni curtir las manos; y lo que es más, que la crianza tosca en que se criaba no descubría en ella sino ser nacida de mayores prendas que de gitana, porque era en extremo cortés y bien razonada.

Repararon las gitanas en viéndole y pusiéronsele a mirar muy de espacio, admiradas de que a tales horas un tan hermoso mancebo estuviese en tal lugar, a pie y solo. El se llegó a ellas, y hablando con la gitana mayor, le dijo: Por vida vuestra, amiga, que me hagáis placer que vos y Preciosa me oyáis aquí aparte dos palabras, que serán de vuestro provecho.

Las gentes de su raza, aunque pobres, tenían su poquito de ciencia, que los gachés buscaban muchos veces. Y llamada por ella se presentó en el cortijo su comare, una gitana viejísima, que gozaba gran fama de curandera en Jerez y su campo. Después de oír a la Alcaparrona, palpó el mísero esqueleto de la enferma, aprobando todas las palabras de su amiga.

Era una lagartija seca y obscura, con ojos de gitana; las pupilas negras y unidas, como gotas de tinta; las córneas de una blancura azulada y el lagrimal de rosa pálido. Al correr, ágil como un muchacho, enseñaba sus piernas como cañas, y el pelo escapábasele de la cabeza en mechones rebeldes y retorcidos cual negras serpientes.

En un teatro del Bulevar habían dado una opereta sobre el rapto de la gitana, con bailes de toreros, coros de frailes y demás escenas de exacto colorido local. El Chivo acabó por transigir con este yerno de la mano izquierda, admitiendo sus indemnizaciones, y siguió bailando en París con las niñas, en espera de otro ruso.

Al mismo tiempo se levantó y comenzó a maniobrar con los enseres de hacer café, que estaban dispuestos sobre la mesa. Yo mismita te lo voy a hacer para que te relamas, so canalla: y voy a echar en él unos polvitos que me ha vendido una gitana para ponerte blandito, ¿sabes?... Porque tengo que pedirte una cosa. Los ojos del duque volvieron a reflejar inquietud.

Atónito quedó Andrés viendo el amor que le mostraban, y en breves razones doña Guiomar contó la pérdida de su hija y su hallazgo, con las certísimas señas que la gitana vieja había dado de su hurto; con que acabó don Juan de quedar atónito y suspenso, pero alegre sobre todo encarecimiento: abrazó a sus suegros; llamólos padres y señores suyos; besó las manos a Preciosa, que con lágrimas le pedía las suyas.

Animólas la gitana vieja, y entraron; y apenas hubo entrado Preciosa, cuando el caballero del hábito vió un papel que traía en el seno, y llegándose a ella se le tomó, y dijo Preciosa: ¡Y no me le tome, señor; que es un romance que me acaban de dar ahora, que aún no le he leído! Y ¿sabes leer, hija? dijo uno.

Palabra del Dia

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