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Actualizado: 3 de junio de 2025
Aquellos hombres, con sus mantos flotantes como sudarios, parecen fantasmas del mondo africano, ó cadáveres ambulantes de las generaciones que le trasmitieron al mundo cristiano el depósito de la civilizacion. Yo no podia mirar sin profunda tristeza ningún israelita ó moro de los que pueblan á Gibraltar.
Entre tanto atravesaba el golfo un pequeño bote lleno de banderolas, que venia de Algecíras á Gibraltar, trayendo á bordo una numerosa banda de paseantes alegres entre los cuales habia como cinco ó seis músicos. Sus sonatas eran de un efecto encantador en el fondo de aquel golfo murmurante rodeado de preciosos paisajes.
Gibraltar, asentada en su roca monumental y prolongándose en anfiteatro hácia la cima hasta perderse entre picos abruptos, fortalezas y bosquedllos artificiales, tenia, á la luz ya vacilante de las seis y media de la tarde, no sé qué de fantástico y severo por su conjunto, y al mismo tiempo mucho de oriental, de voluptuoso y poético por sus rasgos y melancolía del momento.
A las tres de la tarde veíamos muy distintamente ese estupendo y curioso peñón de Gibraltar, cuyo nombre es un epigrama para los Españoles, que hace tan importante papel en el mundo europeo, tanto por su significación militar y mercantil como por su geografía, y que, correspondiendo á su misterioso y providencial destino, como centinela de Europa vigilando al Africa, ejerce una extraña fascinación sobre el viajero que lo admira.
De todos modos, la idea de ser llevados a Gibraltar como prisioneros era terrible, si no para mí, para los hombres pundonorosos y obstinados como mi amo, cuyos padecimientos morales debieron de ser inauditos aquel día.
Según mis ideas, con este pergenio, y seguido de otros aventureros del mismo empaque, aquel hombre, que todos pintaban como extraordinario, conquistaba la Europa, es decir, una gran isla, dentro de la cual estaban otras islas, que eran las naciones, a saber: Inglaterra, Génova, Londres, Francia, Malta, la tierra del Moro, América, Gibraltar, Mahón, Rusia, Tolón, etc.
Así se consolaba el patrón de no haber mandado en su vida mas que pesados y robustos laúdes, iguales á las naves de otros siglos, en los que llevaba vino á Cette ó cargaba cosas prohibidas en Gibraltar y la costa de África. Ulises no tardó en darse cuenta de la rara popularidad que gozaba su tío el Dotor, una popularidad compuesta de los más antagónicos elementos.
No, soy inglés. He nacido en Gibraltar. Soy un escorpión de roca, como nos llaman en Inglaterra a los del Peñón. Me llamo Small, Ricardo Small. Mi padre era inglés, mi madre, gaditana; por eso hablo regularmente el español. Regularmente, no, muy bien; bastante mejor que yo. ¡Muchas gracias! Le explicaré en las menos palabras posibles el asunto que nos trae aquí.
El conde oía en la popa á un hombre vestido de tela impermeable, que era un oficial. Relataba el paso por el estrecho de Gibraltar completamente sumergidos, viendo por el periscopio los torpederos ingleses en patrulla de vigilancia. Nada, comandante continuó el oficial ; ni el menor incidente... Una navegación magnífica. ¡Que Dios castigue á Inglaterra! dijo el conde, llamado ahora comandante.
A lo lejos me pareció oir las carcajadas de la moderna corte de España, confundidas con las risas de desprecio de los riffeños, de los mejicanos y de los poseedores de Gibraltar. ¡Hasta creí sentir ruido de mejillas abofeteadas, y nuevas risas, y crujidos de huesos que se removían indignados bajo las losas de los sepulcros! «¡Los extranjeros nos insultan!.....» gritaba una voz en los aires.....
Palabra del Dia
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