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Actualizado: 24 de mayo de 2025


¡Pues buscarla en seguida! gritó Currita . ¡Pregunte usted a don Joselito, en la contaduría, en todas partes!... ¡Jesús! ¡Qué fastidio! Y daba pataditas en el suelo, llena de impaciencia, mientras Germán se lanzaba presuroso por toda la casa en busca de la llave.

Eso no es cierto profirió la joven con acento vibrante de indignación , no puede ser más que un mal sueño de los muchos que tienes... Y si Germán hubiera pronunciado esas palabras lo habría hecho burlando y sin intención de causarte la más pequeña ofensa, porque mi hermano es el hombre más bueno y más delicado de la tierra.

En pocos años Germán logró hacerse dueño de las dos fincas comprándoselas a su tío; tomó en arrendamiento otra magnífica y al cabo se hizo también dueño de ella. Viajó por la América del Sur y por los Estados Unidos. A los treinta y cinco años Germán era un hombre rico, mucho más rico de lo que se le suponía en Escorial, aunque se le suponía bastante.

Atravesó la sala y miró por la rendija. Su marido tocaba vuelto de espaldas a la puerta. Elena permaneció inmóvil algunos instantes y sintiendo que sus piernas flaqueaban y que iba a caer, apretó convulsivamente el frasco que llevaba y se aventuró a decir: ¡Germán! Pero la voz no salió apenas de su garganta. Reynoso no la oyó.

Barajaba, con loca precipitación, el viaje sorprendente del marino con el enamoramiento de Carmen, y en su espíritu se hacía una noche tan cerrada como aquella que envolvía a los dos mozos sobre la cubierta oscilante del San Germán.

¡Pero si me la quité hace dos años y al día siguiente me llevaron a la cárcel en Veracruz! Don Germán soltó a reír y le abrazó de nuevo. Elena le tiró de la manga diciéndole por lo bajo: ¡Basta, Germán, basta! En efecto, el paisano Barragán, según explicaba más tarde Reynoso a sus amigos, nunca había logrado quitarse de encima aquella gran traza de ladrón, aunque lo intentó repetidas veces.

Á este San Estéban, á esta humilde y primitiva basílica del cristianismo, único monumento religioso de la Citè, unió otra iglesia el rey Childeberto, hijo de Clovis, á instancias del obispo San German, bajo la advocacion de Nuestra Señora, de donde trae su orígen el nombre actual de esta suntuosa metropolitana de Paris.

¡Bravo, muchacho! exclamó Gualtero. Tente firme. Se ha portado como debía y puede contar conmigo, agregó Norbury, escudero de Sir Oliver. tienes la culpa de todo esto, Tránter, dijo Germán. ¿No andas siempre buscando pendencia á los recien llegados? Pues ahí la tienes. Pero sería una vergüenza que el asunto pasase á mayores. El mozo no ha hecho más que contestar á una provocación con otra.

La dama dio un chillido, y una nube de espeso polvo se desprendió al mismo tiempo, y dos murciélagos salieron de entre los pliegues del brocado y comenzaron a revolotear de una a otra parte. ¡Germán! gritó Currita muerta de miedo.

¡Lo comprendo, Clara, lo comprendo! replicó la pobre mujer sollozando ¡pero si supieras...! ¡si supieras...! Demasiado entiendo que por la ley de Dios no merezco ser su esposa y por la de los hombres no debo serlo ya... Sólo quería llegar hasta él y decirle ¡perdóname, Germán! y morir a sus pies... Clara la miró largamente con infinita tristeza y murmuró: ¡Desgraciada Elena!

Palabra del Dia

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