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Actualizado: 24 de mayo de 2025
No, no tenía sueño: y para demostrarlo abría desmesuradamente sus hermosos ojos negros. ¡Habla, habla que te escucho! Don Germán siguió hablando maquinalmente, sin preocuparse de lo que decía. Al cabo aquellos ojos brillantes quedaron inmóviles unos instantes y de pronto se cerraron. Elena se durmió como un niño en los brazos de su marido.
Le repito que estoy bien seguro de ello. Ya se hará usted cargo del disgustillo que habré tenido. Con decirle que no pude probar otro bocado está dicho todo. Allí se quedó el pisto de la tía Bibiana sin que lo tocase. Yo quiero a Germán como si fuese mi hermano y le digo a usted en conciencia, Tristanito, que hubiera preferido perder cuatro mil pesetas a saber lo que he sabido.
The remaining selections are taken from various sources or adapted from English or German. Many changes have been made in all the selections, except in the fables of Iriarte and the story by Fernán Caballero, in order to render the material suitable for beginners. VIII. EL M
Pensaba ya don Germán en volverse a Madrid y renunciar a sus placeres campestres cuando recibió un telegrama urgente de Tristán concebido en los siguientes términos: «Vente en el primer tren. Urge mucho tu presencia aquí.» Justamente acababa de almorzar; eran las doce y media y el primer tren para Madrid salía a la una. Mandó enganchar a toda prisa y se trasladó a la estación.
Gracias por el cumplido. Mira, Germán, lo mejor será que lo dejes, porque el escudero de Morel es más despierto y más listo de lengua que tú. De lengua, lo concedo. ¿Y de espada? preguntó Germán. Punto es ese, observó Rodolfo, que podrá esclarecerse dentro de dos días, la víspera del gran torneo.
Apenas se bajó el telón García corrió como un cohete a participar a su amigo la fausta nueva. Este la recibió con aparente frialdad, aunque vivamente satisfecho en el fondo. García se volvió inmediatamente al teatro, acompañado solamente de don Germán, pues Tristán, haciéndose un poco el displicente, manifestó que no iría hasta que se supiese el éxito del segundo, clave de la obra.
Suéltenlo ustedes: es un santo. En aquel instante entraba en el saloncillo Reynoso con García. Este, para no turbar a su amigo Aldama, había escrito desde la delegación una esquelita a aquél haciéndole saber lo que le ocurría. Don Germán se apresuró a ir allá y afianzarle. Llegaba el buen García feliz, resplandeciente.
Otros dos o tres vigorosísimos que dio Germán con todo su cuerpo sobre una de las hojas hicieron girar a esta lentamente, dejando escapar una bocanada de viento húmedo: el interior estaba oscuro. Espere usted aquí dijo Currita con cierto airecillo de miedo. Y adelantóse ella con las manos extendidas para no tropezar, cerrando los ojos un momento para poder acostumbrarse a aquellas tinieblas.
Claro está que así que don Germán regresó a España, la primera persona que visitó en Madrid fue al antiguo y fiel dependiente que tantas veces le había llevado de niño al colegio. En su casa fue donde Tristán y Clara se conocieron y entablaron las relaciones amorosas que estaban a punto de consolidarse tan felizmente con la bendición nupcial. ¿Cómo van las obras del cuarto? preguntó Reynoso.
Currita miró a Germán estupefacta, y este, conteniendo a duras penas una carcajada, que le pareció falta de respeto a su ilustre dueña, contestó muy grave. El cocinero encierra aquí a los que ha de matar para tenerlos más a mano. ¿Pero por dónde los mete?... ¡Si estaba la puerta tan atrancada!... Por la otra puertecilla de la sacristía que da junto a la cocina... ¡Ya!...
Palabra del Dia
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