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Actualizado: 24 de mayo de 2025
No sé más, sino que deseo vivir para mi Salvador. Y diciendo esto, se puso de rodillas, y besó la mano á San German. El santo le dió su bendicion, y una medalla de metal, en que estaba esculpida la efigie de Cristo. Los misioneros parten, Nanterre los saluda con gritos de fervor, y la muchacha quedó allí. Es probable que allí viviera oscuramente durante algun tiempo; pero no estaba sola.
Paró él muy poco la atención en ella, embriagado por sus triunfos en la cátedra y en la sociedad; la trató con la protección amable que concede un grande hombre a un niño. Pero don Germán hizo su segundo viaje a América, transcurrió más de un año sin verla y cuando al cabo se encontraron Clara se había transformado en mujer.
Y estoy pensando también que el invierno próximo lo vamos a pasar aún mejor que este, porque tendremos en Madrid a don Germán y a Elena, y más cerca aún de nosotros a Clara y Tristán... Ya ves, vienen a vivir a cuatro pasos de aquí, en la calle del Arenal.
No pido ni espero gracias, repuso Roger. Ayúdame á levantarme, Gualtero. El río ha sido hoy mi enemigo, continuó Tránter, pero se ha portado como bueno con vos, pues á él le debéis la vida que yo iba á arrancaros.... Eso estaba por ver, repuso Roger. ¡Todo ha concluído! exclamó Germán, y más felizmente de lo que yo creía.
¡Oh, es un matrimonio que me encanta! replicó don Germán también riendo . Son dos elementos químicos que se neutralizan y forman un compuesto admirablemente sólido. ¡Y tan sólido! Como que mi tío es de mampostería. No, hombre, no; tu tío es un hombre de una razón muy clara.
Pacheco, Pedro Mexia, Pedro Núñez Delgado, Espinosa de los Monteros, Alonso de Morgado y tantos otros más que ennoblecieron nuestra patria, recogerian, amorosamente, libros impresos y manuscritos, monedas y cuantos objetos curiosos venían á sus manos, afición que no decayó en los ilustres varones sus sucesores, trasmitiéndola á su vez á los que florecieron en el siglo XVIII, entre los cuales sobresalió por su amor é inteligencia en artes, letras y antigüedades el famoso D. Francisco de Bruna, á quien por su autoridad y prestigios llamaron, nada menos, que el Señor del Gran Poder, representante de la cultura sevillana de su siglo; muchos de todos los cuales, así como de los contemporáneos, trataremos en otra ocasión, para no fatigar al lector demasiado, con este ya tan largo artículo, contentándonos por ahora con citar los nombres de sus ilustres contemporáneos, Valiente, Serna, Sotelo, Blanco, Lista, Reinoso, Arjona, Forner, Oviedo, Marmol, Germán y Ribón y Baquerizo, con otros más que no recordamos en este momento.
Cuando estaba sola lloraba de pena; pero delante del aya, de los criados y del hombre, lloraba de rabia. Había encontrado después del molino un bosque y lo había cruzado corriendo, cantando, y eso que tenía aún los ojos llenos de llanto, pero cantaba de miedo. Al salir del bosque había visto un prado de yerba muy verde y muy alta.... ¿Y allí estaba yo, verdad? gritó Germán. Es verdad.
Don Lorenzo, don Agapito, don Pancho, don Aquilino, don Germán y don Justo, eran indianos, esto es, gente a quien sus padres habían enviado a América de niños a ganarse la vida y habían vuelto entre los cincuenta y sesenta años con un capital que variaba de treinta a cien mil duros. Había de éstos más de cincuenta en Sarrió.
No es eso, don Germán... Me río porque toda la vida estoy oyendo esa misma frase sin haber logrado saber lo que significa. No sé por qué puerta o balcón podemos salir fuera de nosotros mismos... Es decir, he averiguado que haciendo un agujero en la sien con la bala de un revólver se sale inmediatamente fuera de sí..., pero es para no volver a entrar.
Que recoja su guante y reconozca que ha hecho mal, y no volveré á hablar del asunto. Mala centella lo parta si tal hace, murmuró Gualtero. ¿Lo oís, joven? preguntó Germán. El escudero ofendido olvidará el golpe si le decís que habéis obrado precipitadamente. No puedo decir tal cosa, declaró Roger.
Palabra del Dia
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