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Actualizado: 10 de junio de 2025
»Yo me arrojé a sus pies y le supliqué que hiciese traer y educar en el castillo al pequeño Carlos, que era de mi edad, próximamente. Esperando su contestación, Gerardo no respiraba; y yo, pálida y conmovida, temblaba de pies a cabeza.
Á fuerza de deletrear, llegó á leer casi de corrido cuando estaba ya muy granada; y sus lecturas no fueron sólo de vidas de santos, sino que conoció también algunas historias profanas y las obras de varios poetas. Sus autores favoritos fueron doña María de Zayas y Gerardo Lobo. Se preciaba de experimentada y desengañada.
»El aposento de Carlos daba sobre el torrente, y los criados habían encontrado por la tarde a Gerardo al otro lado del precipicio, asido a las rocas que daban frente a las ventanas de su hijo, esforzándose para distinguirlo. »¡Ay de mí! ¡Ni el infeliz anciano ni yo debíamos volver a ver a Carlos! La mañana siguiente Carlos no bajó a la hora del desayuno.
Se hablaba de Oriente, de las razas asiáticas, de costumbres, de trajes y de otras cosas relacionadas con el viaje de don Gerardo, cuando, de pronto, la de Jansien da un ruidoso suspiro y exclama: ¿Dónde estará usted mañana a esta hora?... Muy lejos ya. Lautrec se echó a reír y respondió: No tan lejos como usted cree.
Por el Sr. D. José Merelo, se dijo: Que se conformaba con el voto del Sr. D. Pascual Ruis Huidobro, y que tenga voto consultivo el Sr. Síndico Procurador. Por el Sr. D. Francisco Pico, se dijo: Que reproducia lo espuesto por el Sr. D. Cornelio Saavedra, teniendo á mas el Sr. Síndico voto activo y decisivo. Por el Sr. D. Gerardo Bosch, se dijo: Que se conformaba con el parecer del Sr.
Comparecieron puntualmente á la hora señalada los Señores D. Francisco Orduña, Comandante de Artillería; D. Bernardo Lecog, de Ingenieros; D. José Ignacio de la Quintana, de Dragones; D. Estevan Romero, segundo de Patricios; D. Pedro Andres García, de Montañeses; D. Francisco Antonio Ortiz de Ocampo, de Arribeños; D. Juan Florencio Terrada, de Granaderos de Fernando VII; D. Manuel Ruiz, de Naturales; D. Gerardo Esteve y Llac, de Artilleros de la Union; D. José Merelo, de Andaluces; D. Martin Rodriguez, de Húsares del Rey; D. Lucas Vivas, del segundo escuadron de Húsares; D. Pedro Ramon Nuñez, del tercero; D. Alejo Castex, de Migueletes; y D. Antonio Luciano Ballesteros, de Quinteros: y habiendo tomado la voz el caballero Síndico Procurador general, les hizo entender el conflicto en que se hallaba el Exmo.
Después se adelantó hasta alcanzar a Elena y a Gerardo, y añadió en voz alta: Señor Lautrec, usted, que es alto, ¿quiere alcanzarme esa rama de madreselva? Gerardo se volvió al oír su nombre y se apresuró a cortar y ofrecer a Luciana la rama de madreselva que estaba enredada en el mismo árbol en que había yo dicho que podría ahorcarme.
»Apoyado en mi brazo, quiso dar un paseo en el parque, paseo que le hizo mucho bien, y volvimos al castillo; en el vestíbulo se presentó a nosotros un hombre que nos aguardaba... ¡Era Gerardo Broschi... era su padre! »Ha pasado un año le dijo el anciano con voz dulce, y me autorizaste para verte transcurrido este tiempo.
Gerardo Lautrec tenía el honor de ser su vecino y yo estaba enfrente, sin perder ni un movimiento, ni una expresión, ni un matiz siquiera de sus fisonomías. Acaso me hubieran molestado las solicitudes de Gerardo si Luciana, con una seña y una imperceptible sonrisa, no me hubiera probado que estábamos secretamente unidos. La conversación versó al principio sobre la literatura y las novelas nuevas.
Pasé por detrás del banco en que estaban hablando Luciana y Gerardo, y como me ocultaban los arbustos, no sospecharon que estaba yo tan cerca ni que sus palabras, escasas y lentas, llegaban hasta mí. Luciana decía: Yo no tengo confianza. Y él respondió: Sin embargo, pruebe usted...
Palabra del Dia
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