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Actualizado: 10 de junio de 2025


En primer lugar, este baile se llamaba déligo, y no deligo; lo demuestra Lope de Vega en el siguiente pasaje del acto II de Los Locos de Valencia. «FEDRA. Bailemos, que estamos tristes. GERARDO. Creciendo va su porfía. LAIDA. Déligo, déligo, déligo.... GERARDO. ¿Qué es esto, sobrina mía? FLORA. Que déligo del andéligo

Como era temprano me fui a acabar la velada en casa de las de Grevillois, que daban un en su minúsculo cuartito del piso quinto. Puedes pensar si tendría yo prisa por ir. Me acompañó Gerardo Lautrec. ¿Te he hablado de él? Y cuando llegamos estaba la reunión en todo su esplendor.

Gerardo iba al lado de Elena e inclinaba graciosamente la cabeza hacia atrás, como para verla andar. Y Luciana, cuya alegría iba renaciendo a medida que nos alejábamos del campo Quemado, le preguntó riendo: ¿Qué busca usted en la espalda de Elena? Quiero ver si le brotan las alas. Elena, muy absorta en sus pensamientos, no oyó nada de esto.

Gerardo de Nerval, el admirable poeta bohemio, tan desconocido en España, no podía escribir en su casa... cuando la tenía. Si una revista le encargaba un artículo, se iba a cualquier café. Sacaba de su bolsillo el tintero, un montón de plumas, papeles, libros. Era todo su ajuar. Cuando acababa de escribir el título llegaba un amigo inoportuno.

Como entrábamos en lo más espeso del bosque y el sendero era allí estrecho, dejé a Gerardo que se adelantase con Elena y retuve detrás a Luciana. ¿Fue aquella visión de la muerte lo que había rozado nuestras vidas? ¿Fue la dulzura embriagadora de la resplandeciente Naturaleza lo que dio un impulso más fuerte a la avidez de vivir y de ser feliz que yace en nosotros?

Hizo seña a Fernando de que se acercase, y éste se apresuró a seguir la dirección que indicole Isabel, logrando alcanzar en un instante al anciano, a quien hizo entrar en el aposento de Juanita, aunque a pesar suyo. ¡Es usted, Gerardo! exclamó Juanita; ¡y huía! ¡El lo quería así dijo el anciano temblando; él lo quería!

Léanse, entre otras, las siguientes obras de Beaumont y Fletcher, cuyo argumento está sacado de otras españolas: The Little french lawyer, de El Guzmán de Alfarache, pág. 2, cap. 4.º; The Spanish curate y The Maid of the Mill, de El Gerardo, de Gonzalo de Céspedes; The Chances, de La señora Cornelia, de Cervantes, y Love's pilgrimaje, de sus Dos doncellas.

»Ese día, por fortuna, era el santo del duque de Arcos; y aquella tarde, todavía me acuerdo, aunque apenas tenía doce años, mi tío me dijo con aquella voz terrible que me llenaba de espanto: »¡Vamos, Juanita! ¡diviérteme! ¡Canta una barcarola! »¡, señora! exclamó vivamente Gerardo, a quien la música le hacía olvidarlo todo. Cante usted el aire de Pórpora: O pescator felice.

Me ocurre una gran aventura, en la que me he comprometido un poco a la ligera y sin saber cómo saldré. He aquí la historia, señor cura. Ayer noche comimos en casa de la Marquesa de Oreve con las señoras de Grevillois, la de Jansien y unos cuantos hombres, entre los cuales estaba Gerardo Lautrec. Tratábase, justamente, de una comida de despedida antes de su gran expedición a través del mundo.

Ignoro lo que ha sido del desgraciado Gerardo Broschi... no le he vuelto a ver después de la muerte de su hijo; pero si entretanto pareciese... aun cuando yo no exista... toda esta fortuna es suya... ¡El sólo es el heredero de su hijo! Fernando, y , hermana mía, no lo olvidarán... Me lo han jurado, y gracias a esta promesa, puedo aceptar sin temor todas las condiciones del duque de Carvajal.

Palabra del Dia

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