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Pero yo... Bien que cuando uno se muere así... vamos al decir... así, al modo de perro o gato, no necesita de que un cura venga y le la solución, sino que basta y sobra con que uno mismo se entienda con Dios. ¿No has oído eso?». Yo no lo que contesté; creo que no dije nada, y me puse a llorar sin consuelo.

Ocupado en despachar unos papeles que me corrian prisa, no me habia acostado todavía, cuando aquí que á eso de las doce oigo un estrépito tal que me creí que la casa se nos venia encima. Lo que es gato no podia ser, porque era imposible que hiciese tal estrépito; y ademas esta mañana nada se ha encontrado, ni dislocado, ni roto.

¡Ni siquiera nos mira! dijo Pepe Vera . Oiga usted, prenda. Un rey es y mira a un gato. Y cuidado, caballeros, que es buena moza; a pesar de que... ¿A pesar de qué? dijo uno de sus compañeros. A pesar de ser tuerta dijo Pepe. Al oír estas palabras, María no pudo contener un movimiento involuntario y fijó en el grupo sus grandes ojos atónitos.

Por esta fatalidad de los nombres de árboles en las calles donde vivieron, parecían pájaros que volaban de rama en rama, dispersados por las escopetas de los cazadores o las pedradas de los chicos. En una de las tremendas crisis de aquel tiempo, tuvo Benina que acudir nuevamente al fondo de su cofre, donde escondía el gato o montepío, producto de sus descuentos y sisas.

El político de marras le había dicho: ¿Conque no tiene usted de dónde sacar dinero? pues busque usted en la lana de sus colchones o en el forro de su chaqueta. Quisiera yo tener el gato que, sin duda, tiene usted encerrado. ¡Valiente gringo está usted! siempre llorando lágrimas... No, lo que es la bofetada se la había ganado bien y todas sus inmunidades no le valdrían para quitársela de encima.

¡Ah! bribón redomado exclamó Quevedo , gato sin sueño, hurón de secretos; guardad por caridad el que habéis pescado esta noche, que ridículo fuera negároslo, y decidme por caridad también: ¿era ya pieza mayor del alcázar cuando en él andaba mi señor, el conde de Lemos?

Lo que le había desvelado era el misterio del silencio, más amenazador e inquietante que las vociferaciones de la hostilidad. Avanzando la cabeza, creyó percibir entre los rumores confusos y fundidos de la respiración nocturna un roce, un leve crujir de madera, algo semejante al ligero peso de un gato trepando de peldaño en peldaño por la escala de la torre, con largas pausas de inmovilidad.

BEATRIZ. Y yo, después de haber sido Elena, anduve largo tiempo errante y sin domicilio fijo; fuí luego ratona y me casé con un ratón, pero la muerte acabó con nuestras alegrías: un gato nos atrapó al salir de nuestro agujero, cuando gustábamos de todas las dulzuras del matrimonio, y el infame nos devoró. CARLINO. Yo fuí ese gato: lo recuerdo con deleite, porque vuestro sabor era exquisito.

Al acordarse de su mujer experimentó aquella ausencia de las piernas, sensación insoportable que nunca faltaba en los grandes apuros. Callaban los dos. El notario comprendió que allí había gato encerrado; «algún misterio de familia», pensaba él.

Poco después, Fernando comía solo y tenía liebre y carnero de sobra. Al anochecer, salieron del pueblo todos, algo borrachos, y alguno se paró a echar la papilla en el camino. Es el perro, que le ha hecho daño decían unos, burlándose. Es el gato decían los otros. Y nadie quería decir que era el vino. Compañeros dijo Fernando , cuando se come gato y perro juntos no pasa nada.