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Actualizado: 23 de junio de 2025


Vean de qué le vale á uno ser más bueno que el pan, y sacrificarse por los desgraciados, y hacer bien á los que no nos pueden ver ni en pintura.... Total, que lo que pensaba emplear en favorecer á cuatro pillos... ¡mal empleado dinero, que había de ir á parar á las tabernas, á los garitos y á las casas de empeño!... digo que esos dinerales los voy á gastar en hacerle á mi hijo del alma, á esa gloria, á ese prodigio que no parecía de este mundo, el entierro más lucido que en Madrid se ha visto. ¡Ah, qué hijo! ¿No es dolor que me le hayan quitado?

Estoy decidido a no gastar palabras en balde; mi periódico ha de ser todo substancia; así cada sesión de Cortes vendrá en dos líneas; algunos días en menos; como de esas veces no ocupará nada. Artículos de política. Los habrá. Estos, en no entendiéndolos nadie, estamos al cabo de la calle. Y eso no es difícil, sobre todo quien no los ha de entender es el censor. Oposición: eso por supuesto.

Entonces, ¿qué diablos le trae a usted por aquí? ¡Ya está usted buena maula! ¿No yo que se gastaba usted con ella los ojos de la cara? ¡Y que no es usted poco rumboso, decían allí! ¡Bah! Una cosa es gastar y otra querer.

Aun arañas no había en él; conjuraba los ratones, de miedo que no le royesen algunos mendrugos que guardaba; la cama tenía en el suelo, y dormía siempre de un lado, por no gastar las sábanas; al fin, era archipobre y protomiseria.

El tal administrador, holandés o flamenco que en esto no están de acuerdo los autores, se llamaba Gastón Vandenpeereboom, nombre y apellido en completo desacuerdo con sus prendas personales, como si por antífrasis los llevara. En lugar de ser Gastón tenía fama de roñoso y por no gastar en nada, no hablaba nunca sino por necesidad o provecho, a fin de no gastar saliva.

Acababa él de llegar del extranjero, venía haciendo alarde de gastar mucho, tirando materialmente el dinero. A , por el modo de vestirme por mi tipo, ¿qué se yo? por si me ponía colorines y trajes estrambóticos me llamaban «la Vistosa o la rubia vistosa»; me vio, le caí en gracia y comenzó a obsequiarme.

¿De modo que no te dio la absolución? No, señor. Me dijo que no me la daba aunque me borrase del periódico aquel mismo día. Todo el pueblo se enteró. Algunas personas dejaron de saludarme, y en la fábrica estuvieron a punto de quitarme el pan. Entonces yo me marché a la ciudad, dispuesto a conseguir una absolución, aunque me tuviese que gastar doscientos reales. ¡Qué demonio!

Sigue el diario: Ayer hice en Lyón algunas compras de telas para arreglar mi cama; he gastado poco, pues no quiero gastar lo superfluo mientras hay quien carece de lo necesario. Estos días se habla mucho de la guerra con Inglaterra: mi hermano me ha escrito desde allí diciéndome que está muy bien colocado; pero si la guerra se declara, ¡quién sabe cuál será su suerte!

Yo no diré que algunas veces no obremos por capricho, y que no seamos ligeras e interesadas.... Pero hay ocasiones en que las circunstancias nos arrastran. Una mujer se pone en tren de vestir con elegancia, de tener palco en los teatros, de gastar coche, y llega a acostumbrarse a estas cosas como vosotros a fumar y tomar café.

Ni a una cosa ni a otra pudo atender la pobre Milagros... No tienes idea de las trapisondas... Ya te contaré. En fin, que he tenido que quedarme con los vestidos por menos de la tercera parte de su valor y me los he arreglado yo misma para no gastar... Es regalado, es una verdadera ganga... Emilia se ha empeñado en ello, y dice que le pague cuando yo quiera... Ya ves...

Palabra del Dia

vorsado

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