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Actualizado: 23 de junio de 2025
Y porque cada dia se ofrecen cosas que aderezar en ellos en que es necesario gastar dinero. La campana lleva además grabadas las armas de la ciudad y bajo ellas se hace constar que aquel es escudo hispalense.
Cinco ó seis horas de casino todos los días le bastaban para gastar más con su persona que otros muchos con toda su familia. Vestía con lujo, pero caprichosamente y sin someterse á la moda: traía sortijas de valor en los dedos y fumaba los mejores cigarros de la provincia. ¿Por qué era republicano? Nunca hemos acertado á comprenderlo.
-Sí leyera -dijo el cura-, si no fuera mejor gastar este tiempo en dormir que en leer. -Harto reposo será para mí -dijo Dorotea- entretener el tiempo oyendo algún cuento, pues aún no tengo el espíritu tan sosegado que me conceda dormir cuando fuera razón. -Pues desa manera -dijo el cura-, quiero leerla, por curiosidad siquiera; quizá tendrá alguna de gusto.
Teniendo en cuenta lo que he de gastar en carruaje, gratificacion en la visita de sitios públicos y reservados, casa, comida, teatros, cafés cantantes, amen de las frecuentes eventualidades y galanterías de Paris, comienzo á sospechar que durante los tres primeros meses, me bastarán apenas ocho napoleones diarios. ¡Ay de mí!
Muy enhorabuena que mi hija dé al prójimo todo lo que yo le señalo para que lo gaste en alfileres; pero esto, esta manía de ocuparse ella misma en bajos menesteres... en bajos menesteres.... Déjela usted replicó Golfín, contemplando a la señorita de Penáguilas con cierto arrobamiento . Cada uno, Sr. D. Manuel, tiene su modo especial de gastar alfileres.
Penetramos en ella y nos encontramos en medio de preciosos parterres y macizos de flores, de entre los cuales salió un anciano de aspecto bondadoso, que al vernos se sonrió y nos preguntó qué queríamos. » Venimos a comprar flores contesté yo. »Y sacando con majestad del bolsillo dos monedas de a cinco francos, suma de nuestras dos fortunas reunidas, añadí: » Podemos gastar todo esto.
Pero por no gastar con barberos, prevenimos siempre de aguardar a que otro de los nuestros tenga también pelambre y entonces nos la quitamos el uno al otro, conforme lo del Evangelio: «Ayudaos como buenos hermanos». Traemos gran cuenta en no andar los unos por las casas de los otros, si sabemos que alguno trata la misma gente que otro. Es de ver cómo andan los estómagos en celo.
Yo soy, como tú sabes, muy cariñoso... No lo puedo remediar... Cuando aprecio a una persona, soy capaz de darle la sangre del brazo, ¿estamos?... Pues con la familia siempre he sido muy franco..., ya lo sabes... Lo que yo tuve, siempre ha sido tuyo... Te he tratado siempre como lo que eres... porque a mí nunca me ha dolido gastar uno, dos o tres, estando la familia por medio... Pues, Tomás, yo me voy haciendo ya viejo... Tengo dos años más que tú... ¿No te parece que debo casarme?
Aquí no hay un alma que me dirija la palabra y me dé los buenos días. Luego todo está carísimo; se come oro: o es menester ponerse a dieta, o gastar en comer cuanto dinero hay. Dentro de poco empezarán los zorzales, y en nuestra tierra llegan a ponerse hasta a cinco cuartos el par. Vé tu a comerte aquí dos zorzales tan gordos como aquéllos.
Llamábase D. Leandro; era de estatura baja y bajo también de color, con grandes ojos negros y dulces que pedían misericordia; andaba siempre vestido de negro y cuidadosamente rasurado, como convenía a su estado semisacerdotal; poco le faltaba para gastar corona.
Palabra del Dia
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