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Actualizado: 22 de junio de 2025


La rapidez y la facilidad con que el ganadero realizó la suerte provocaron en la empalizada una explosión de entusiasmo. ¡Olé los viejos! Nadie entendía de toros como el marqués. Los manejaba como si fuesen hijos suyos, acompañándoles desde que nacían en la vacada hasta que marchaban a morir en las plazas como héroes dignos de mejor suerte.

Mi no ser inglés decía en un español balbuceante ; mi ser escocés. Llevaba un sinnúmero de años viviendo en la América del Sur. Había sido buscador de esmeraldas en Colombia, minero de plata en el Perú y de estaño en Bolivia, exportador de salitre en Chile, ganadero en Argentina, vendedor de hierba mate en Paraguay y borracho consecuente en todas partes.

Luego, acabado este pleito, entró en el juzgado una mujer asida fuertemente de un hombre vestido de ganadero rico, la cual venía dando grandes voces, diciendo: ¡Justicia, señor gobernador, justicia, y si no la hallo en la tierra, la iré a buscar al cielo!

Fondo de aquel hermoso cuadro, graciosa cordillera, valles conocidos y amados, un cielo límpido y puro, por el cual ascendía la creciente luna semivelada en un celaje. ¿De quién es esta hacienda? pregunté. Hícelo, acaso con el pensamiento, porque nadie me respondió. La anciana dormitaba; el ganadero doblaba cuidadosamente, por la milésima vez, su valioso zarapo multicolor.

Gallardo fingía no comprenderle, molestado y halagado al mismo tiempo por la idea de que toda la ciudad conociese el secreto de sus amores. Pero ¿qué bicho es ese y qué broncas son esas de que hablas? ¡Quién ha de ser!... Doña Zol; esa señorona que da tanto que hablar. La sobrina del marqués de Moraima, el ganadero.

Desmontábase el ganadero, y sacando de las alforjas un pedazo de chocolate, se lo daba a Lobito, que movía agradecido el testuz, armado de unos cuernos descomunales. Con un brazo apoyado en el cuello del cabestro, avanzaba el marqués, metiéndose tranquilamente en el grupo de toros, que se agitaban inquietos y feroces por la presencia del hombre. No había cuidado.

Harvey y Tragomer se aproximaron á miss Maud, y en el momento en que Mac-Kinley empezaba á decir: Fellow citizens of the senate..., el ganadero, señalando á su hija el joven, dijo: Te presento al vizconde de Tragomer, un amigo de tu futuro marido... Miss Harvey, mi hija. La delgada fisonomía de la americana se esclareció con una sonrisa.

Aniquilado por la impaciencia, me arrinconé en el asiento, delante de la anciana y junto al ganadero; recogí la indomable cortina y me puse a contemplar el paisaje, aquellos campos fértiles y ricos, aquellas montañas cubiertas de abetos, vistos diez años antes, a través de las lágrimas, una fría mañana del mes de Enero a los fulgores purpúreos del sol naciente.

Preparaban en una plaza el combate de un toro con un león y un tigre de cierto domador famoso, y el ganadero envió a Barrabás, animal perverso al que tenía aparte en la dehesa, pues andaba a cornadas con los compañeros y llevaba muertas muchas reses. También vi yo eso decía el de Moraima . Una gran jaula de jierro en medio del reondel, y Barrabás en ella.

Si la sentencia pasada de la bolsa del ganadero movió a admiración a los circunstantes, ésta les provocó a risa; pero, en fin, se hizo lo que mandó el gobernador; ante el cual se presentaron dos hombres ancianos; el uno traía una cañaheja por báculo, y el sin báculo dijo: -Señor, a este buen hombre le presté días ha diez escudos de oro en oro, por hacerle placer y buena obra, con condición que me los volviese cuando se los pidiese; pasáronse muchos días sin pedírselos, por no ponerle en mayor necesidad de volvérmelos que la que él tenía cuando yo se los presté; pero, por parecerme que se descuidaba en la paga, se los he pedido una y muchas veces, y no solamente no me los vuelve, pero me los niega y dice que nunca tales diez escudos le presté, y que si se los presté, que ya me los ha vuelto.

Palabra del Dia

rigoleto

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