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Actualizado: 10 de julio de 2025


A la formacion del museo de Munich ha presidido el órden y el buen gusto: el ilustrado monarca que ha estado al frente de la nacion hasta hace poco, ese monarca artista que ha hecho tantos viajes á Roma solo por estudiar, que tanto ha protegido á los artistas, ha consagrado muchos desvelos á la magnífica galería de que hablo.

El padre Aliaga no contestó. El bufón le llevó por donde le había traído. Al llegar á la galería de los Infantes, le soltó. Desde aquí dijo sabéis salir del alcázar. Pero una palabra antes de que nos separemos: tened compasión de ella, tened compasión de vos mismo, tenedla, por Dios, de . El padre Aliaga se alejó en silencio y con la cabeza baja.

Por una puerta de cuarterones, apolillada, con la cerradura roñosa, se salía a una galería llena de nidos de murciélagos y de golondrinas. Al final había una bóveda con ventanas pequeñas en las gruesas paredes. Esta bóveda estaba ocupada por varios bustos de personajes antiguos, mutilados, y por una serie de relojes de pared de todos los tamaños, parados y la mayoría rotos.

Y no sabemos cuánto tiempo hubiera esperado, si el mar, los vientos y los ingleses, no hubieran vencido á la Invencible; si por esto, doña Juana, que era del cuarto de la infanta doña Catalina, no hubiera ido á dar á su señora la nueva del fracaso, y no se hubiera encontrado sola en una galería obscura, con un hombre que tuvo buen cuidado de matar la luz antes de que pudiera reconocerle.

Dos estátuas de marmol modernas que representan dos mujeres hincadas de rodillas en acto de orar, de vara y media de alto, maltratadas, que memorias antiguas dicen que estaban en el convento de monjas de Madre de Dios. Dos estátuas pequeñas de medio cuerpo de la parte de afuera de dicha galería sobre sus arcos mirando al jardín.

A usted le habrán recomendado decía el compañero de Gabriel que guarde respeto al templo: que si desea echar un cigarro se vaya a la galería del Locum; que si quiere cenar se meta en la sacristía. Lo mismo me dijeron a cuando entré al servicio de la catedral. Palabras de gentes que se quedan a dormir en sus casas, muy tranquilas.

El patio aún subsistente es pequeñuelo, empedrado de guijos, con cuatro columnas dóricas, con una galería guarnecida con barandado de madera. A la izquierda, conforme se entra en la casa, cerca de la puerta de la calle, se abre otra puerta chica. Y esta puerta franquea una reducida estancia, cuadrada, de paredes lisas, húmeda, de techo bajo, con una diminuta ventana.

Y los lidiadores, parpadeando bajo la violenta transición, pasaron de la sombra a la luz, del silencio de la tranquila galería al bramar del circo, en cuyo graderío agitábase la muchedumbre con oleajes de curiosidad, poniéndose todos en pie para ver mejor. Avanzaban los toreros súbitamente empequeñecidos al pisar la arena por la grandeza de la perspectiva.

Sin creer que este tuviera la importancia que realmente tenía, pensó que la Casa y sus pacíficos habitantes corrían peligro. Saliendo a la galería miró al patio, y lo primero que vieron sus ojos aterrados fue el cadáver del Hermano Artigas, bárbaramente acribillado.

Estas tres personas formaban grupo en el balcón de galería, y desde el gabinete, sentados aquí y allá, y algunos en pie, oían a Glocester tres canónigos más, el capellán de la casa, don Aniceto, tres damas nobles, la gobernadora civil, Joaquinito Orgaz, y otros dos pollos vetustenses, de los que estudiaban en la Corte.

Palabra del Dia

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