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Actualizado: 10 de julio de 2025


Rafael recordaba este mundo extraño, visto ligeramente en los pocos días que permaneció en Milán. Su acompañante, el canónigo, había encontrado allí un antiguo niño de coro de la catedral de Valencia, sin otra ocupación ahora que estar día y noche plantado en la Galería.

Esta galería inferior tenía tres ventanas iluminadas. A través de sus cristales se veía a dos jefes sentados en el cuarto. Desde allá nos faltaban unos quince o diez y seis pies para llegar al agua. Debajo, todavía estaba la galería inferior con sus centinelas, pero en esta parte de popa era donde había menos vigilancia.

Pues llevo sacados del bolsillo más de cinco mil reales manifestó solemnemente, separando una mano de la espalda y poniéndomela sobre el hombro. Pues son caros... digo, son baratos... Porque los hay magníficos. ¡Maravillosos! Poco después, el señor de Anguita me manifestó que sentía frío, lo cual me sorprendió casi tanto como el coste de su galería. No estaba por la vida en los patios.

Además, la negativa del gigante parecía quebrantar su propia credulidad. ¿ pretenderían engañarle á él también los enviados oficialas?... Los buscó fuera de la Galería, volviendo con uno de ellos, que mostraba un rostro sombrío, vacilando mucho antes de contestar á sus preguntas.

por cierto: he reñido con un palafrenero del rey; he conocido á dos grandes señores; me he perdido en el alcázar... ¡Ah! ¡os habéis perdido... en el alcázar...! ¿y qué aventura os ha sucedido al perderos? ¡Perderme! exclamó el joven, y suspiró porque se acordó de la hermosura de la dama de la galería.

Pegado a uno de los pilares de la galería, procuro conservar buen continente, y sin hablar con nadie, contemplo la lluvia que rebota en las losas de colores del patio. Los bohemios están en el suelo, tendidos en grupos.

A la mañana siguiente, relatado el desagradable incidente que interrumpió mi sueño, quiso Antonio averiguar quién fuera el velador que había pasado tan mala noche en la galería; pero el Administrador contestó rotundamente que nadie, pues en aquella época de completa tranquilidad era innecesaria la presencia de semejante sirviente.

Diósela el joven, y por su tacto, ni áspero ni suave, comprendió que se trataba de una medio criada, medio doncella. Llevóle ésta por unas escaleras, luego por una galería, y al fin se detuvo, sonó una llave en una cerradura, se abrió una puerta, se vió al fondo de su habitación el reflejo de la luz que alumbraba á otra, y la sirviente dijo al joven: Pasad, en su cámara encontraréis á mi señora.

Inútil me parece decir que ésta me fué cedida por mi amigo, y al penetrar en ella, grata fué mi sorpresa al encontrarla muy fresca, y ver que la cama se hallaba colocada al lado de una puerta-ventana que comunicaba con el corredor o galería abierta, que abarcaba todo el frente y un costado del piso superior de la casa.

El cocinero mayor atravesó el arco de las caballerizas, la plaza de Armas, el vestíbulo y el patio del alcázar, se metió por un ángulo, por una pequeña puerta, empezó á trepar por unas escaleras de caracol, y á los cien peldaños desembocó en una galería, apenas alumbrada por algunos faroles; apenas entró, llegó á sus oídos la voz de dos mujeres que cantaban de una manera acompasada y lenta, como quien se fastidia, un villancico.

Palabra del Dia

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