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Actualizado: 1 de mayo de 2025
Por la falda de la colina opuesta, donde está asentada Canzana, bajaba ya la procesión de los ramos llevando á su frente al valeroso Celso. Sonaban lejos las notas agudas de la gaita y el sordo redoble del tambor. Poco después se escucha el ruido de los panderos y el cántico de las mozas.
El cual, aquella misma mañana en el pozo lleno de yerba, antes en el patio de la iglesia, por las callejas, cuando venían detrás del tambor y de la gaita, en el bosque, después en el carro de Pepe, donde venían juntos, casi sentada ella encima de él, sin poder remediarlo, más tarde en el salón, en todas partes y en todo el día le había estado dejando ver que la adoraba, «pero no se lo había dicho, por respeto... a fuerza de quererla tanto».
Dos horas después volvimos á la iglesia; sacaron otra vez al santo en procesión, rezóse el rosario y nos fuimos á la romería, que se desparramaba en una pradera inmediata á la iglesia. Hiciéronme ver uno por uno todos los bailes: éste porque era de guitarra, el otro porque era de pandereta, y por ser de gaita el de más allá.
Tras el pocillo de aromoso chocolate, dio a Julián la mejor cama y habitación que poseía, y le despertó cuando la gaita floreaba la alborada, rayando ésta apenas en los cielos. Fueron juntos los dos clérigos a revisar el decorado de los altares, compuestos ya para la misa solemne.
Derramados por el frondoso bosque de castaños que en declive se extiende por detrás estaban ahora todos, la mayor parte de Entralgo, pero muchos también de las demás parroquias del valle. Comienza la misa. Las capas de tisú de oro de los sacerdotes oficiantes resplandecen al sol. Suena la gaita acompañando á los cantores desde una tribuna improvisada.
En uno de los ángulos del Campo bailaban los aldeanos al son de la gaita y el tambor; en otro hacían lo propio las artesanas al compás de la banda municipal. La gente discurría por el espacio libre cada vez con menos desahogo, pues la calle del Cuadrante no cesaba de vomitar blusas azules y pañuelos de percal sobre el citado Campo.
La gaita y el tambor sonaban ya muy lejos, como una aprensión de ruido. Petra, al llegar a la casa del leñador, se dejó caer sobre la yerba, algo distante de don Fermín; y encarnada como su saya bajera, se atrevió a mirarle cara a cara con ojos serios y decidores. El Magistral se sentó dentro de la cabaña. Hablaron.
Una inmensa hoguera se produjo instantáneamente. Sus chispas volaron por el aire como estrellas filantes. Un grito de entusiasmo se escapó de todos los pechos. Á este grito se unió el redoble del tambor y las agudas notas de la gaita. Los rostros iluminados por aquella viva luz resplandecían de placer. Todos hablaban, todos reían formando gozosa algarabía.
Escuchábanse los gritos desafinados de los pregoneros, ofreciendo agua de limón, sangría de vino tinto y avellanas tostadas, y los sonidos agudos y gangosos de la gaita, siempre acompañada del tambor.
¿Usted está seguro de que tiene... querido? Como de que ahora es de día. ¿Y de que el querido es un mozo aldeano? Sí señora: un rapaz guapo por cierto; el que toca la gaita en las fiestas de Naya y en todas partes. Le he visto venir aquí mil veces, el año pasado, y... andaban juntos. Es más: me consta que trataban de sacar los papeles para casarse. Sí señora: me consta. Ya ve usted que....
Palabra del Dia
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