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Tornaba Celesto a inflar los carrillos, y tornaba la gaita a exhalar sus notas penetrantes alegrando la campiña. Cuando salía de la aldea, se echaba otra vez el instrumento a la espalda. De caserío en caserío fueron subiendo hasta el paraje donde se celebraba la romería. Era una pradera en declive, cerca ya de la cima de una de las más altas montañas.

Apoyándose en un palo, dando tiempo a que anocheciese, deteniéndose a cada rato para recrearse mirando el paisaje, no tardó mucho en llegar al cerro que domina el caserío de Naya, tan oportunamente que vino a caer en medio del baile que, al son de la gaita, bombo y tamboril, a la luz de los fachones de paja de centeno encendidos y agitados alegremente, preludiaba a los regocijos patronales.

Para comunicarse con la Pola el pueblo de Entralgo no tenía puente. Se necesitaba subir dos kilómetros río arriba para hallar uno de piedra de antiquísima construcción. Y como era molesto el rodeo, los vecinos de la parroquia y también los de Villoria utilizaban una barca. El estampido de los cohetes se fué aproximando y los sonidos de la gaita haciéndose más claros.

Los mozos aturden las calles del arrabal con sus voceríos salvajes, y son todos dados al adufe, a la gaita, a las sonajas, a los entretenimientos lúbricos de la danza y a los paseos de fuentes y pensiles que corrompen y reblandecen el ánimo.

De pronto se oyó del lado de allá del río en el camino de la Pola el estampido de un cohete. Un estremecimiento de júbilo cruzó por las casas del lugar. Los niños saltaron de sus asientos sin querer terminar la cena: los grandes salieron también á la puerta con el bocado en los dientes. No tardó en percibirse el dulce, lejano son de la gaita. ¡Ya están pasando la barca! gritaban los chiquillos.

Compraron dulces para la niña, estuvieron un rato viendo bailar al son de la gaita; después se pararon delante de la giraldilla; por último, se fueron a donde sonaba el violín y el arpa, y tuvieron ocasión de ver entre las parejas a su hermano Pablo estrechando la cintura de la hermosa Ramona. Por cierto que, al advertir su presencia, el bizarro joven se inmutó un tanto.

El gaitero, prodigando todos sus recursos artísticos, acompañaba con el punteiro desmangado de la gaita y haciendo oficios de clarinete.

¿Un buen mozo, con patillas? Cabal. Le llaman el Gallo de mote. Pues dicen si la acompaña o no por los caminos.... ¡Historias! Por detrás de la tapia del huerto se oyó entonces vocerío alegre y argentinas carcajadas. Son las primas... dijo don Eugenio . Van a la gaita, que está tocando en el crucero ahora. ¿Quiere usted venir un ratito?

Y con gran pasmo del grupo de curiosos, puestos uno enfrente de otro, comenzaron á bailar con brío y arrogancia al son de la gaita. Los mozos, levantando los brazos y mirando á las mujeres atrevidamente á la cara, ejecutaban mil suertes de figuras, brincaban hacia atrás y hacia adelante haciendo ruido con sus fuertes y claveteados zapatos.

Y haciéndose los demás pobres y pobras de su parte, y apagando las luces, comenzaron con los asientos y con las muletas y bordones a zamarrealle a él y a sus corchetes a escuras, tocándoles los ciegos la gaita zamorana y los demás instrumentos, a cuyo son no se oían los unos a los otros, acabando la culebra con el día y con desaparecerse los apaleados.