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En suma, Híala, cuando no duerme en el mismo desvanecimiento en que se encuentra sumergida, oye, entiende y conoce. Todas las demás facultades de su mente están en suspenso, pero el lograr que vuelvan al manso curso que animaba regaladamente esa infantil, y casi divina existencia, es lo difícil, es lo casi imposible; pero en manos está el adufe, Mohamad hermano, que bien lo sabrá repicar.

A veces el danzador, en medio de su carrera, pasaba y repasaba ligeramente el adufe por debajo de sus hombros, a veces lo lanzaba perdidamente por los hombres, y como si estuviese atado a la voluntad del mancebo, siempre le venía a las manos limpia y galanamente.

9 para ejecutar en ellos el juicio escrito; gloria será esto para todos sus misericordiosos. Alelu-JAH. 1 Alelu-JAH. Alabad a Dios en su santuario; alabadle en el extendimiento de su fortaleza. 2 Alabadle por sus proezas; alabadle conforme a la muchedumbre de su grandeza. 3 Alabadle a son de shofar; alabadle con salterio y arpa. 4 Alabadle con adufe y flauta; alabadle con cuerdas y órgano.

5 De allí vendrás al collado de Dios donde está la guarnición de los filisteos; y cuando entrares allá en la ciudad encontrarás una compañía de profetas que descienden del alto, y delante de ellos salterio, y adufe, y flauta, y arpa, y ellos profetizando. 6 Y el Espíritu del SE

3 Alaben su Nombre con baile; con adufe y arpa canten a él. 4 Porque el SE

Cantad a Dios, fortaleza nuestra; al Dios de Jacob celebrad con júbilo. 2 Tomad la canción, y tañed el adufe, el arpa de alegría con el salterio. 3 Tocad la trompeta en la nueva luna, en el tiempo señalado, en el día de nuestra fiesta solemne. 8 Oye, pueblo mío y te protestaré. Israel, si me oyeres, 9 no habrá en ti dios ajeno, ni te encorvarás a dios extraño.

Los mozos aturden las calles del arrabal con sus voceríos salvajes, y son todos dados al adufe, a la gaita, a las sonajas, a los entretenimientos lúbricos de la danza y a los paseos de fuentes y pensiles que corrompen y reblandecen el ánimo.

Hería el suelo tan blandamente, que no parecía sino que se deslizaba por sobre el pavimento, o que algunos hilos invisibles le sostenían de arriba y le columpiaban al son de la música. Con la mano diestra mostraba un adufe revuelto con listones de colores, y que engarzando mil campánulas y pequeñuelos y sonantes címbalos, correspondían, ya viva, ya suavemente, con la armonía de los músicos.