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Actualizado: 16 de julio de 2025


La hueste se arrecauda con una queja humilde: Pegada a los quicios inicia la retirada, se dispersa con un murmullo de cobardes oraciones. El Caballero interpone su figura resplandeciente de nobleza: Los ojos llenos de furias y demencias, y en el rostro la altivez de un rey y la palidez de un Cristo. Su mano abofetea la faz del segundón.

Ni es menester ir tan lejos; a los ojos tuvimos la diferencia, aun de los menos advertidos, reparable entre los reducidos y los pertinaces. Estos iban formidable el semblante; horrorosos, inquietos, perturbados y vomitando furias los ojos y en todo su aspecto tan endemoniados que al pasar se oía por las calles frecuentemente: JESUS; qué cara de condenado!

Es sílfide ligera de fantásticos vuelos, virgen como sus selvas, azul como sus cielos, ciclón en los combates y céfiro en la paz. Tiene furias de trueno y trinos de canario. Oveja, más no teme al león sanguinario; paloma, más no huye del águila rapaz. Sabe pulsar la cítara con melodioso acento, lúgubre como un cisne, triste como un lamento si se siente morir.

En el camino huía de todas ellas como de un tropel de furias, y únicamente sentíase tranquila al verse dentro de la fábrica, un caserón antiguo cerca del Mercado, cuya fachada, pintada al fresco en el siglo XVIII, todavía conservaba entre desconchaduras y grietas ciertos grupos de piernas de color rosa y caras de perfil bronceado, restos de medallones y pinturas mitológicas.

Entre tanto que él hablaba así al Mapono, puso Dios los ojos de su piedad sobre aquel bárbaro, y penetrándole lo interior del alma, sosegó aquellas furias; con lo cual, cambiado el furor en agrado, le hospedó cortesmente en su casa, poniéndole la mesa abastecida de lo mejor del país.

¡Atrás, niñas! dijo doña Manuela a sus hijas . ¡Atrás, que vienen esos brutos! Los brutos eran los de la degòlla: un pelotón de gañanes con la cara tiznada, gabanes de arpillera con furias pintadas, y coronados de hierba, que cerraban la marcha, repartiendo zurriagazos entre los curiosos que ocupaban la primera fila con sus garrotes de lienzo, más ruidosos que ofensivos.

Procuraba aquí el apostólico Padre poner forma á las cosas de la reciente iglesia; pero el demonio, que soplaba en el corazón de los apóstatas, cuanto el buen Padre trabajaba en muchas semanas, lo deshacía en pocas horas; y por apéndice de estos desastres, tuvo noticia de que los Tobas, cruelísimos enemigos de Dios y de los españoles, vistos sus intentos, se habían puesto en armas, y en gran número venían destruyendo el país; con lo cual, esperando de hora en hora sus furias, se esforzaban á recibir con gran ánimo la muerte si fuese voluntad de Dios Nuestro Señor, imitando á sus súbditos, de quien corría fama que habían caído en las manos de aquellos malvados y sido muertos con crueldad igual á su fiereza.

Hubo momentos en que don Paco hubiera tenido un revólver, acaso, en contravención de todos sus preceptos religiosos y de todas sus sanas filosofías, se hubiera pegado un tiro; pero, afortunadamente, don Paco no gastaba armas de fuego y no llevaba ni pistola ni escopeta en aquella disparatada excursión que estaba haciendo, perseguido por los celos como Orestes por las Furias.

Transida el alma de dolor por el trágico fin de Urbási y por la mortífera lucha que había sostenido, Morsamor huyó de la India, como para librarse de los malos espíritus que le acosaban y le atormentaban. Como Orestes, perseguido por las Furias, caminaba Morsamor sin saber casi hacia dónde caminaba. Confiado en él y en su ventura, le seguía su valiente tropa.

Llegais á la Puerta del Sol ú otra plaza de primer órden por su posicion central, y el espectáculo es variado. Al lado del espléndido carruaje á la francesa se cruzan las pesadas y monumentales diligencias, que afluyen de todas las provincias ó van á ellas, con el tren de enganche mas extravagante y tiradas por cuatro ó cinco pares de furias que llaman mulas.

Palabra del Dia

gallardísimo

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