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Actualizado: 24 de junio de 2025
Reginaldo veíase obligado algunas veces a quedarse en la ciudad por las exigencias de su negocio; de modo que frecuentemente residía solo en la vieja casa revestida de verde hiedra, teniendo a mi lado a Glave, mi sirviente, para que me atendiera.
Me alegro mucho de haberle hecho sentir la hermosura de esa pieza musical. Este nocturno es apropiado al momento presente. Siempre trato de establecer armonías entre el tiempo, mis pensamientos y las cosas. ¿Quiere usted que continuemos en esta nota? Hablemos seriamente, esto no nos sucede frecuentemente, y hoy tengo pocas ganas de divertirme. ¡Me da usted miedo!
El hombre ama las riquezas, la gloria, los placeres, pero tambien ama mucho el no hacer nada; esto es para él un verdadero goce, al que sacrifica á menudo su reputacion y bienestar. Dios conocia bien la naturaleza humana, cuando la castigó con el trabajo; el comer el pan con el sudor de su rostro es para el hombre una pena continua, y frecuentemente muy dura.
Lo que más nos sorprende es la forma externa tan grosera de que se revisten las ideas religiosas; la parte más transcendental de lo supersensible desaparece por completo, y sólo queda su apariencia externa; visiones y sucesos milagrosos llenan frecuentemente estas composiciones desde el principio hasta el fin, y se busca en vano la verdadera devoción y recogimiento del ánimo y la profundidad de los afectos.
»Frecuentemente, sus miradas, ardientes y llenas de pasión, expresaban el extravío y una sombría desesperación que me ponía en cuidado. »Carlos le decía, no me mires de ese modo... »Tranquilícese me contestaba. ¡Mis sufrimientos son de tal naturaleza, que en breve dejaré de existir!... ¡Yo quería acelerar este momento... esto es muy fácil... no temo la muerte... pero temo no volver a verla!
Dimmesdale, cuya sensibilidad nerviosa era frecuentemente para él una especie de intuición espiritual, tenía á veces una vaga idea de que algo, enemigo de su paz, se había puesto en medio de su camino.
Entretanto, ¿era el noble afán de purgar aquella atmósfera de ciertas impurezas lo que movía a los acusadores a descubrir tales gatuperios? No por cierto: era siempre el espíritu de partido; o mejor, el odio de partida; pues frecuentemente se promovían estos edificantes debates entre dos agrupaciones que, juntas y en amigable inteligencia, habían saboreado poco antes las dulzuras del presupuesto.
Ni es menester ir tan lejos; a los ojos tuvimos la diferencia, aun de los menos advertidos, reparable entre los reducidos y los pertinaces. Estos iban formidable el semblante; horrorosos, inquietos, perturbados y vomitando furias los ojos y en todo su aspecto tan endemoniados que al pasar se oía por las calles frecuentemente: JESUS; qué cara de condenado!
Y con estos propósitos, caminando en ala los siete donde el terreno lo permitía, o en hilera si el sendero no daba más de sí, pero ocupando siempre don Simón el puesto de preferencia, ensanchábasele el pecho al pobre hombre a impulsos de su vanidad, creyendo de buena fe que todas aquellas deferencias con él guardadas eran hijas de una adhesión espontánea y desinteresada a su persona. ¡Y estaba cansado de oír hablar de ciertos caciques de aldea, perpetuos muñidores electorales, para quienes es una fiesta acompañar candidatos, y comer acá, y cenar allá, y desayunarse en el otro lado con ellos y a sus expensas, y frecuentemente un negocio cada elección después de cada paseo!
La noche del día de Pascua de 1820, escribe ella, se sintió «como ahogada por su propia dicha y por la de sus hijos», y tuvo necesidad de ir, a la caída de la tarde, a reponer su corazón demasiado lleno de gracia y de lágrimas, a la iglesia de San Roque, donde ella iba a orar frecuentemente en los primeros años de su juventud.
Palabra del Dia
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