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Actualizado: 11 de julio de 2025
Entre tanto, Lisboa se arrodillaba a mis pies. El patio del palacio estaba constantemente invadido por la turba; desde las ventanas de la galería contemplaba a veces, en mis horas de fastidio, blanquear las pecheras de la aristocracia, negrear las sotanas del clero y relucir el sudor de la plebe. Todos venían a suplicar con frase abyecta, una pequeña participación en mi riqueza.
La consistencia del amor se prueba en el matrimonio; sólo una larga convivencia nos demostrará si el corazón está bien puesto, en quicio permanente. Por lo demás algo hay de cierto en eso de que el matrimonio es la tumba del amor. No en balde la frase goza de tanta difusión en el mundo.
No habrá nadie hoy en el castillo, ni un solo invitado; mucho insistió sobre esto, y recuerdo su última frase, cuando estaba ahí en el umbral de la puerta: «No seremos más que cinco, vos, el señor Juan, mi hermana, mi cuñado y yo,» y agregó riendo: «¡Una verdadera comida de familia!» Diciendo esto salió corriendo. ¡Una verdadera comida de familia! ¿Sabes lo que yo creo, Juan, lo sabes?
De Pas tenía un proyecto: casar a Olvido con quien él quisiera; creía poder conseguirlo; pero aún no había candidato; aquella proporción debía ser el premio de algún servicio muy grande que se le hiciera a él, no sabía cuándo ni en qué necesidad fuerte. Aquella mañana se le recibió en el hotel Páez como siempre, bajo palio, según la frase de don Francisco.
Siguió adelante la ofendida señora, pero a los pocos pasos la detuvo el escándalo que estalló a su espalda. Sonó una bofetada y la voz de Visanteta gritando a todo pulmón: «¡Tío morra!», repitiendo la frase un sinnúmero de veces con la furia de una virtud salvaje que quiere enterar a todo el mundo de su ruda castidad.
La frase presidencial despertó gran alegría en el concurso. El inválido rechinó los dientes. Hubiera dado el otro hombro por poder asestar una bofetada a aquel viejo.
Me miraba como se mira a un amigo de la casa, en el que es preciso detener un segundo los ojos, cuando se cuenta algo o se comenta una frase risueña. Pero nada más. Ni el más leve rastro de lo pasado, ni siquiera afectación de no mirarme, con lo que había yo contado como último triunfo de mi juego. Era un sujeto no digamos sujeto, sino ser absolutamente desconocido para ella.
Al llegar a esta frase, el punto o vértice del delirio hízoles caer de bruces sobre la realidad la brusca entrada de Benina, que, concluidas sus faenas de fregado y arreglo de la cocina y comedor, se despedía. Cayó Ponte en la cuenta de que era la hora de ir a cumplir sus obligaciones en la casa donde trabajaba, y pidió licencia a la imperial dama para retirarse.
Increpad á un indio sobre el no cumplimiento de sus deberes, y si á la última frase de la filípica os contesta con un yo cuidado, aquella frase es la atrición completa de la enmienda.
Antes de que concluyera la frase, el D. Carlos voló; y lo digo así, porque el terrible huracán hizo presa en su desmedida capa, y allá veríais al hombre, con todo el paño arremolinado en la cabeza, dando tumbos y giros, como un rollo de tela o un pedazo de alfombra arrebatados por el viento, hasta que fue a dar de golpe contra la puerta, y entró ruidosa y atropelladamente, desembarazando su cabeza del trapo que la envolvía. «¡Qué día... vaya con el día de porra!» exclamaba el buen señor, rodeado del enjambre de pobres, que con chillidos plañideros le saludaron; y las flacas manos de las viejas le ayudaban a componer y estirar sobre sus hombros la capa.
Palabra del Dia
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