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Actualizado: 11 de julio de 2025
De vez en cuando, al cruzar al lado de una damisela, la decía: «¡Usted tan bonita, Julia!» O bien: «Me están matando esos ojos» o «Como Torcuata no la hay en Sarrió», u otra frase feliz por el estilo que encendía en puro gozo a la doncella. Pero al dejarla escapar, no perdía un punto, de su gravedad.
¡Ta! ¡ta! exclamó el duque . ¡Así son las mujeres! Tú estás enferma, querida, y no serán las flores de azahar las que te curen. ¡En cuanto a mí...! Su mirada acabó la frase de modo tan expresivo que hasta el mismo duque la comprendió. ¡Eso es! dijo ; ¡a vuestra comodidad! ¡moríos las dos juntas! ¿Y entonces qué será de mí? Usted será rico, padre mío dijo Germana abriendo la puerta del comedor.
La terrible palabra que descorría en parte el misterio de la vida de la niña, quedó grabada en su memoria, y poco á poco fué comprendiendo todo el valor de aquella frase. La alegría de Hasay fué desapareciendo, sustituyéndola una profunda tristeza. A los trece años, la niña era mujer. La mujer, dejó de jugar y pensó.
Pero señor de mi alma le dije: ¿Está usted pronto a negar bajo su firma que Webster haya pronunciado semejante frase? ¿Se atreverá usted a negar que, entre los notorios conocimientos de Webster, no estaba comprendido el idioma de los hijos del celeste imperio? ¿Quiere usted someter una traducción adecuada a nuestros lectores y negar bajo palabra de honor, que el gran Webster haya expresado jamás tales conceptos?
Pero fuera por discreción o porque, según se desprendía de una frase del doctor, era poco aficionado a ceder su compañía, aquel a quien su compañero llamaba el señor Domingo no se nos acercó hasta muy entrada la tarde; y la cordial amistad que después nos unió debía tener fundamento aquel día en un hecho de los más vulgares.
No tuvo ánimos para pronunciar una sola frase, ni disimulo para componer sus facciones alteradas.
Porque de estos cambios no depende la sutileza de los conceptos, la elegancia de la frase y el brillo de la exposición.
Y mientras cantaban la frase normanda allez, marchez! allez, marchez! sonreían á sus respectivos adoradores de las butacas con tanta desfachatez que don Custodio, despues de mirar al palco de la Pepay como para asegurarse de que no hacía lo mismo con otro admirador, consignó en la cartera esta indecencia y para estar más seguro, bajó un poco la cabeza para ver si las actrices no enseñaban hasta las rodillas.
Lope, La viuda valenciana, B. A. E., XXIV, 76 c. "Pues siendo alcagüete intento A esta valança cargar Docientos, que me an de dar, Porque e tomado los ciento", Rojas, Cada qual lo que le toca, edic. D. R. Menéndez Pidal explica una frase análoga, Antología de prosistas, 196, nota 1. 'NARVÁEZ, Parte XIII. Dario, y no Darío.
Luego, con la frase entrecortada por el llanto: Ya no eres, no, el hijo aquel de mis entrañas que caminaba tan radioso por el camino de la humildad y la penitencia, y que ofreció desde niño su vida al Señor, ¡aquel mi Ramiro!... ¡aquel mi mancebillo santo! Con estas palabras ocultó de nuevo el rostro entre las manos, sin levantarse.
Palabra del Dia
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