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Y sin saber por qué, se deleitaba contemplando sus ojos de un verde claro; las mejillas moteadas de esas pecas que el sol hace surgir de la piel tostada; el pelo rubio blanquecino, con la finura flácida de la seda; la naricita de alas palpitantes cobijando una boca sombreada por el vello de un fruto sazonado, y que al entreabrirse mostraba una dentadura fuerte é igual, de blancura de leche, cuyo brillo parecía iluminar su rostro: una dentadura de pobre.

Y con esto se agotó el repertorio de frases de la buena mujer, que se sentía cohibida en presencia de la señora, hablando poco por temor a decir disparates y atraerse el enojo del esposo, a quien admiraba como modelo de finura y bien decir.

Yo, que almorzaba durante este gracioso diálogo, no pude menos de manifestarme conforme en todo y por todo con las indicaciones de Amaranta; y doña Flora sirviéndome con singular finura y amabilidad, habló así: Jesús, amiga, qué malas cosas enseña usted a este pobrecito niño, que tiene la suerte de no saber todavía más que la táctica de cuatro en fondo. ¿A qué viene el levantarle los cascos con...? Gabriel, no hagas caso.

Como los sabios ancianos venían algo fatigados de la inocente huelga que habían tenido, el fámulo dejó que reposasen y durmiesen la siesta un par de horas, y luego llevó a Morsamor y a los suyos a la presencia del señor Sankarachária, quien los recibió con distinguida afabilidad y extremada finura.

«Y , linda mocosa, ¿no comes? añadió la vieja . ¿O es que te has vuelto tan pava y tan persona decente que no te gustan estos guisos ordinarios? Vamos, que para otro día te pondré alas de ángel... Se conoce que allá en el Tomelloso se estila mucha finura». Isidora no contestó. Parecía que estaba atormentada de una idea.

El rey y su hermano recibieron y saludaron a las damas, a Morsamor y a los suyos con gran cortesía y finura, y después de recorrer las principales calles de la ciudad y de mostrarles las más interesantes curiosidades, los llevaron al campo, donde los cazadores y las bien industriadas aves de rapiña lucieron su destreza en la cetrería, arte cultivadísimo en Persia desde los tiempos primitivos de Jemshyd, fundador del primer imperio.

Y el del cariño, que es otro milagro; en el que ando con tacto, y con rienda severa, no vaya la humanidad a parecer vergonzosa adulación, aunque es rara la claridad del alma, y como finura en el sentir que embellece, por entre palabras pícaras, y disputas y fritos y guisos, esta vida de campamento». Hasta aquí de sus cartas.

Entró en su vivienda, sacó un manojo de llaves, y señalando la escalera, dijo con formas respetuosas: «Pasen los señores. Verán lo que hay». Miquis, presentando a los que le acompañaban, no pudo reprimir sus instintos de malignidad zumbona, y habló así con afectada finura: «El Sr. D. José de Relimpio y Sastre, ¡consejero de Estado!». Don José se inclinó turbado, sin atreverse a contestar.

El jardín dormido hasta hacía un momento, en el seno de las tinieblas, empezaba a revivir; por el cielo se extendía la argentina aurora de una finura de tonos exquisitos; los pájaros piaban débilmente, lanzando intermitentes cantos. El joven penetró en su casita en busca de un reposo que calmase la agitación de sus pensamientos.