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Actualizado: 29 de junio de 2025
Miraba con impaciencia la mesa de tresillo donde don Andrés con otros tres prohombres jugaba su diaria partida, y esperaba el momento en que viniera cual de costumbre a sentarse junto a él, para que le contemplasen en sus funciones de Regente, cobijando bajo su autoridad y sabiduría de maestro al príncipe heredero.
Allí estaban los ocho mil reales. Podía hacer don Ramón lo que quisiera. Ellas confiaban en él como si fuese su padre. Bueno; compraré Cubas. El pollo pasará por aquí cuando guste, para que le entere de la marcha del capitalito. Y don Ramón les acompañó hasta la mampara, cobijando con mirada amorosa de padre a sus tres clientes.
Con todos esos elementos, comprendí que el suntuoso retablo, cuya intrincada hojarasca cubría el muro frontero de la capilla con pilastras y columnas retorcidas, frontones interrumpidos, ménsulas de caprichosa forma, y nichos y doseles cobijando esculturas policromas, haría brillar el rico y si se quiere bárbaro conjunto de oro y plata, como un áscua refulgente; y empecé a hacer preparativos con no escaso entusiasmo.
Obraráse para el porvenir; no se permanecerá inerte, cobijando males incurables, sino que se les prevendrá por medio de la educación, la higiene y en especial los viajes no rápidos y disparatados, perjudiciales, como los que se hacen ahora, sino hábilmente calculados, para aprovecharse de los auxilios, de las poderosas vivificaciones que por todas partes tiene en conserva la Naturaleza.
Y sin saber por qué, se deleitaba contemplando sus ojos de un verde claro; las mejillas moteadas de esas pecas que el sol hace surgir de la piel tostada; el pelo rubio blanquecino, con la finura flácida de la seda; la naricita de alas palpitantes cobijando una boca sombreada por el vello de un fruto sazonado, y que al entreabrirse mostraba una dentadura fuerte é igual, de blancura de leche, cuyo brillo parecía iluminar su rostro: una dentadura de pobre.
Acaso tu recuerdo pronto muera; pero tu tumba de mi patria amada seguirá cobijando la bandera, mientras luzca en lugar tranquilo y quieto, a merced de los vientos desplegada, la leyenda triunfal de mi soneto. Montañés, de Cabuérniga, donde nació en 1864. Licenciado en Derecho y Filosofía y Letras. Residió en Manila muchos años, ejerciendo la abogacía.
Palabra del Dia
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