Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 13 de julio de 2025
Me dijo, recriminándome, que mi nombre le había dado muy poca suerte; su finca de Ilo-Ilo marchaba mal; sin duda no sabía administrarla. Su carácter inquieto no le dejaba vivir. Era un hombre borracho y nervioso. Muchas veces pensé si estaría loco, tales eran sus gestos y sus arrebatos.
Mi madre no se explica cómo puedo permanecer aquí tanto tiempo. Había venido por quince días. Me escribe carta tras carta, llamándome. Yo debía haber ido a buscarla a Carlsbad y pasar en seguida a cazar en el castillo de unos antiguos amigos. Ha partido sola de Carlsbad; ahora está instalada en la finca de nuestros amigos, y es necesario que yo me decida a reunirme con ella.
La excitación de los sentidos, que al fin despertaban en ella de un modo violento, juntábase al cosquilleo del amor propio herido, para mantener vivo este deseo. Poco le faltaba, cuando veía a Luis a su lado, para abrirle su pecho y confesarle la abrasadora pasión que sentía. Sin conciencia clara de lo que hacía, Fernanda buscaba a su ex-novio por la finca.
Allí iba D. Joaquín a menudo, ya para inspeccionar la finca, ya para solazarse con algunos viejos amigos en el ejercicio de la caza, a lo que convidaba no corta porción de la tierra que poseía, inculta aún y formando risueña e intrincada floresta, en cuyo seno abundaban los pájaros y no pocos otros animales silvestres, como grandes lagartos y tatúes o armadillos.
Nanín era el mismo niño grande, un poco más grande, un poco más moreno. Su mamá le había tenido cerrado aquellos dos años en una finca enorme, solitaria, de la provincia de Badajoz, sin salir más que una que otra vez a la capital en tiempo de ferias o cuando algún negocio lo requería.
El predio, situado en el centro de la isla la mejor finca heredada de sus padres, la que llevaba el nombre de la familia , lo tenía hipotecado e iba a perderlo de un momento a otro. La renta, escasa y corta, conforme a los usos tradicionales, servíale para pagar únicamente una exigua parte del interés de los préstamos, engrosando el resto la cuantía de la deuda.
Estaba aislada, cerca del camino, y tenía delante una corralada; por detrás, miraba a la finca donde Andrés había penetrado de improviso, y tenía puerta para el servicio de ella. Llamaban a aquel sitio el Molino, por más que no estuviese allí, sino un poco más lejos. Tomás y su familia no eran conocidos más que por «los del Molino:» Tomás el molinero, Rosa del molino, Rafael el del molinero, etc.
El señor, que había creído por un instante en el descubrimiento de una finca olvidada, la única de la que podía ser verdadero dueño, sonrió tristemente. ¡Ah, la torre del Pirata! Se acordaba de ella. Una roca caliza, un avance de la costa, en cuyos intersticios nacían plantas salvajes, refugio y alimento de conejos.
Y se alejó riendo, con paso perezoso, hacia la casa, que estaba situada en la parte superior de la finca, al borde del camino. Andrés le estuvo mirando hasta que desapareció, por no atreverse a convertir los ojos hacia Rosa. Mas al fin tuvo que hacerlo. Entonces vio que lloraba, ocultando el rostro con las manos. Acercose a ella y se sentó silenciosamente a su lado.
Algunos años después, un piadoso testamento legó la finca a la comunidad vecina, y en nuestro siglo descreído y rapaz, la desamortización incluyó en los bienes nacionales aquella adquisición que los pobres frailes debían a las legítimas gestiones de un confesor o al tardío arrepentimiento de un moribundo.
Palabra del Dia
Otros Mirando