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Actualizado: 13 de julio de 2025
Más tarde, cuando el combate en la finca "Mayala", á dos leguas del ingenio "Hatillo", me dijo que allí habían unos 1.000 hombres al mando de los cabecillas Zapata y Parada, y el grupo de Tito Fernández, al cual, si bien no me han dicho oficialmente nada, calcúlansele unos 800 hombres.
Tres días estuvo el boquete abierto sin que lo viera el dueño de la finca; otros cuatro «pedricándole» él sin fruto para que le echara arriba antes que se picaran las bestias a aquel portillo y acabaran con la «pobreza» del cercado... hasta que pasando el «moriu» semanas enteras en aquel estado «bichornosu», se había resuelto él a cerrar el boquete.
Adelante, hombre, adelante exclamó con impaciencia D. Félix. Para ello es necesario entenderse con los dueños de las fincas que atraviese, comprarlas... ó indemnizarles de los perjuicios causados... Otra vez se detuvo. ¡Adelante! ¡adelante! Y al parecer, la línea debe pasar por el medio de su finca de Cerezangos... El capitán saltó como si le hubiesen clavado un alfiler. ¿Qué está usted diciendo?
En toda estación estaba allí el despacho de D. Acisclo, donde este activo labrador y ganadero trataba con chalanes, corredores, rabadanes, aperadores, capataces y caseros: entendiéndose por caseros, no el terror de los inquilinos morosos, como en Madrid, sino los que cuidan y guardan las caserías o viviendas de cada finca rústica.
Y, sin embargo, el día que uno de ellos se presenta con un nuevo tren tirado por un tronco de raza sería asesinado gozosamente por sus más íntimos amigos. Casi todas las semanas se escapaba el indiano algunas horas o un día entero a su finca.
Cargó, pues, la señora de Jáuregui con sus penates, y se instaló en un segundo de la calle del Ave-María. Habríale gustado vivir en la misma casa de la botica; pero no había allí ningún cuarto con papeles. Eligió un segundo de la finca inmediata, y sus balcones caían al lado de los de su amiga Casta Moreno, viuda de Samaniego.
No por esto osaba aproximarse, como si una irresistible timidez le cerrase el camino de la finca mientras brillaba el sol. Desde que era pretendiente no podía presentarse como amigo. Su llegada podía resultar embarazosa para la familia de Pep. Temía que la muchacha se ocultase al verle.
Después de haber contemplado breves instantes á sus hijos, que ya no corrían, sino que formaban grupo silencioso, dentro del cual estaba el Canelo, hizo que Pedro le trajese la escopeta para tirar al blanco. Fijóse éste en el tronco de un manzano, y por algún tiempo estuvieron resonando tiros en la finca. Todos los presentes fueron invitados á tirar, exceptuando los niños.
A la puerta nos recibieron los criados que habían ido por la mañana con los víveres. El que estaba al frente de la finca nos acompañaba desde la puerta de hierro. Era una casa del siglo pasado, espaciosa, fresca y un poco desmantelada. Hacía tiempo que los dueños no iban por allí sino por un día o dos.
Creyendo que con su presencia podía solucionar esta mala situación, Febrer hacía cortos viajes a Mallorca, terminados siempre por la venta de alguna finca; y apenas veía dinero en sus manos, levantaba otra vez el vuelo, sin prestar oído a los consejos del administrador. El dinero le comunicaba un optimismo sonriente. Todo se arreglaría. A última hora contaba con el recurso del matrimonio.
Palabra del Dia
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