Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 29 de junio de 2025


A esto dijo la vieja que había rezado a la imagen: Hijo Monipodio, yo no estoy para fiestas, porque tengo un vaguido de cabeza dos días ha, que me trae loca; y más, que antes que sea medio día tengo de ir a cumplir mis devociones y poner mis candelicas a Nuestra Señora de las Aguas y al santo Crucifijo de Santo Agustín, que no lo dejaría de hacer si nevase y ventiscase.

No; es el entusiasmo sistemático, ordenado, administrado poco a poco. Un año después todavía no han concluído las parroquias de dar su fiesta; el vértigo oficial pasa de la ciudad a la campaña, y es cosa de nunca acabar. La Gaceta de la época está ahí ocupada año y medio en describir fiestas federales.

Las escenas que siguen inmediatamente á éstas, pintan los estragos hechos por el enemigo, los ayes de los habitantes de las aldeas, y luego la brillante victoria de Fernán González, que, á la conclusión del primer acto, es solemnizada con alegres fiestas por los aldeanos. En el acto segundo aparece el Conde en León, á donde ha sido invitado para asistir á las Cortes.

Las fiestas de toros celebradas en la capital de Andalucía fueron muchas durante la mayor parte del siglo XV, siendo de las más famosas las que en 1477 y 1478 se verificaron.

En Bélgica han encontrado asilo todas las ideas perseguidas ó sujetas á discusion; se ha mantenido la mas saludable actividad en la vida política, sea en el parlamento y las corporaciones provinciales y municipales, sea en la prensa y las asociaciones privadas, sea en las elecciones y peticiones y en las grandes fiestas nacionales; y el resultado de esa actividad política se manifiesta en la actitud de los partidos, en la importancia de sus debates ó luchas pacíficas, y en la estabilidad que ha adquirido la constitucion nacional, fundada en la libre manifestacion de todas las opiniones, en el respeto por todos los derechos, en la energía de las costumbres políticas y civiles.

Ni había cosa que a Lucía pusiese en mayor enojo que hallarlos conversando, cuando volvía, de la caza de ayer, del jabalí en preparación, de las fiestas de cacería en los castillos señoriales de Europa, de la pobre Ana, de los tamales de Petrona Revolorio.

Como quiera que ello fuese, el reconocimiento que Duarte de Mendaña hizo de Morsamor, le sirvió de mucho, allanó dificultades, disipó recelos e hizo que el Rey le hablase y le recibiese en su corte. Recibidos ya en la corte Morsamor y su doncel Tiburcio, lograron pronto ser estimados y queridos. Las fiestas de todo género se sucedían entonces sin un momento de descanso.

El primer síntoma de esta enfermedad era el mal humor: en este primer grado, los enfermos podían curarse como los tísicos, y al efecto siempre que alguno era atacado, se empleaban para volverle a la salud mil clase de fiestas y regocijos, en las cuales tomaba parte toda la familia.

Como con un cinto de dioses y de héroes está el templo de acero de México, con la escalinata solemne que lleva al portón, y en lo alto de él el sol Tonatiuh, viendo como crece con su calor la diosa Cipactli, que es la tierra: y los dioses todos de la poesía de los indios, los de la caza y el campo, los de las artes y el comercio, están en los dos muros que tiene la puerta a los lados, como dos alas; y los últimos valientes, Cacama, Cuitláhuac y Cuauhtémoc, que murieron en la pelea, o quemados en las parrillas, defendiendo de los conquistadores la independencia de su patria: dentro, en las pinturas ricas de las paredes, se ve como eran los mexicanos de entonces, en sus trabajos y en sus fiestas, la madre viuda dando su parecer entre los regidores de la ciudad, los campesinos sacando el aguamiel del tronco del agave, los reyes haciéndose visitas en el lago, en sus canoas adornadas de flores. ¡Y ese templo de acero lo levantaron, al pie de la torre, dos mexicanos, como para que no les tocasen su historia, que es como madre de un país, los que no la tocaran como hijos!: ¡así se debe querer a la tierra en que uno nace: con fiereza, con ternura!

Los señores canónigos no la quieren, no la entienden, ni son capaces de dedicar unas cuantas pesetas para que se oiga en las grandes fiestas. Les basta para salir del paso con cualquier pedazo rossiniano; y en cuanto al órgano, lo único que les importa es que toque lento, muy lento. Cuanta más lentitud, más religiosidad, aunque el organista toque una habanera.

Palabra del Dia

ayudantes

Otros Mirando