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Luego gustó ménos de aduladores, dió ménos fiestas, y fué mas feliz; porque, como dice el Sader, sin cesar placeres no son placeres. Disputas y audiencias. De este modo acreditaba Zadig cada dia su agudo ingenío y su buen corazon; todos le miraban con admiracion, y le amaban empero.

Verá usted, verá usted cómo reconoce la sabiduría de Nuestra Madre en muchos ritos, en muchas ceremonias y pompas del culto que ahora pueden antojársele indiferentes, insignificantes. ¡Nuestras fiestas! ¡Qué cosa más hermosa, querida hija mía!

Tiene razón Pablo. ¡Siempre has de aguar todas las fiestas!... ¡Jesús qué criatura!... Lo que es el hombre que te lleve, algún pecado gordo tiene que purgar. En aquel momento apareció en la puerta de la estancia Gonzalo, quien se dobló como un arco para dar la mano a su futura suegra, a Ventura y a Cecilia. Esta se puso seria.

Que no daban dinero para las funciones y holgorios. Esto no puede considerarse como un cargo grave. Ellos no veían la necesidad de tales fiestas. ¡Qué más se podía apetecer en el mundo que vivir en un clima benigno, comer, pasear, dormir tranquilamente las horas que a uno se le antojaran!

En Las grandezas de Alejandro encontramos otro drama ostentoso, abundante en combates y magníficas fiestas, cuyas figuras, por lo huecas é hinchadas, dan á conocer que esta vez ha abandonado al autor su buena estrella.

El vago reflejo de una magnificencia que vivía en el recuerdo, una imitación pálida y débil de lo que habían presenciado en el viejo Londres, no diremos de una coronación real, sino de las fiestas con que se inaugura el Lord Corregidor de aquella gran capital, podría trazarse en las costumbres que observaban nuestros antepasados en la instalación anual de sus magistrados.

Y después de haber nombrado al hijo de la casa, volvía a insistir sobre los amigos de su Rafael, todos gente distinguida, chicos de grandes familias, que asistían a sus reuniones y organizaban fiestas con las que se pasaba alegremente el tiempo. Esta época, amigo Antonio, es muy diferente de la nuestra. Ahora, a los veinte años se sabe mucho más y se conoce la vida.

Aunque en tierra no conocía otros licores que los inocentes y dulzones guardados por su madre para las fiestas de familia, una vez pisaba la cubierta del buque sentía la necesidad de líquidos alcohólicos, para hacer ver que era todo un hombre. «No había en el mundo una bebida que pudiese con él...» Y al segundo «refresco» del tío Caragòl quedaba sumido en plácido nirvana, viéndolo todo de color de rosa y considerablemente agrandado: el mar, los buques cercanos, los docks y la montaña de Montjuich, que servía de fondo.

En efecto, las fiestas de Raveloe estaban en relación con las postas de buey y los barriles de cerveza: se hacían con prodigalidad y duraban mucho tiempo, principalmente en invierno.

La vendimia se hizo y se terminó igual que los años precedentes, con las mismas fiestas, iguales danzas, al son de la misma cornamusa manejada por el mismo músico. Después, arrumbada la cornamusa, desiertas las viñas, cerrados los lagares, la casa tornó a su calma ordinaria.