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Actualizado: 16 de mayo de 2025
Y si no supiera que sois la hija de la condesa de Bruinsteen dudaría de que fuera ésta, y no Marta, vuestra Marta... Sí, sí exclamó la joven con orgullosa alegría , ¡es mi madre por el alma, por el corazón! ¡Ah, Federico, qué felices deben ser los hijos que tengan una madre así!
Se iba al Vivero muy a menudo; se corría por el bosque, por la galería que rodeaba la casa, por la huerta, por la orilla del río. Todos parecían cómplices. Obdulia y Visita adoraban a la Regenta, eran esclavas de sus caprichos, se la comían a besos; juraban que eran felices viéndola tan tratable, tan humanizada. Y jamás una alusión picaresca, ni una pregunta indiscreta, ni una sorpresa importuna.
Algunas más atrevidas respondían con otra mueca de burla que alborotaba a los maleantes jóvenes y les hacía prorrumpir en sonoras carcajadas. Pasaban rozando los cristales. El relampagueo de sus miradas, cándidas y maliciosas a la vez, alegraba el corazón e inclinaba la mente a suaves y felices imaginaciones. No es fácil ser pesimista en Sevilla.
Porque en todo este juego, los ratos felices y las horas desdichadas se compensan; y sabiendo jugar, hasta la misma pena suele dejar en la memoria una dulzura... El continuo velo de malicia había caído de su cara y hablaba con una seriedad graciosísima.
Yo, la mujer desenvuelta, fría y despreocupada de los salones; la dama de los grandes recursos para la intriga; la afamada humorista de las ocurrencias felices, ni siquiera di en el sencillo intento de deshacer con una negativa terminante aquella tempestad de desdichas que bramaba sobre mi cabeza..., porque me hubiera bastado eso solo para conseguirlo: después me he convencido de ello pensándolo con serenidad.
Las medio rotas eran las menguadas, Las sanas las felices, y con esto Eran todas en todo apresuradas. Apolo luego con alegre gesto Abrazó á los soldados, que esperaba Para la alta ocasion que se ha propuesto. Y no de un mismo modo acariciaba A todos, porque alguna diferiencia Hacia con los que él mas se alegraba.
Hay allí alegre amor, y culto á Jesucristo á todas horas: piadosa paz, entendimiento humilde y hermosa conformidad entre los hermanos. Dirás al abad y á sus compañeros: ¡Dios os guarde, vivid felices!» Trae estos versos Leon Hostiense en el lib. I, c. 17 de su Hist. de Monte Casino.
Quién sabe lo que Dios le tiene á usted reservado en el mundo. ¿A mí? Sí: tal vez días de felicidad al lado de personas que le amen. ¡Oh, cuántos seres existirán tal vez que se crean felices sólo con que usted lo sea! Yo sé que los habrá. ¡Qué buena es usted, señora! repitió Lázaro. Para mí no puede haber nada de eso. O no merezco otra cosa, ó estoy maldito de Dios.
No siento murmuró, moviendo su lengua con gran dificultad , no siento mas que el no verte... y que tal vez no volveremos a vernos nunca. ¡Feli de mi alma gritó Isidro , no digas eso; no lo creas, nena mía!... Volveremos a ser felices. Verás qué bien te tratan allí.
Los pueblos que habían roto con el Pontificado, volviendo para siempre la espalda a Roma, eran más prósperos y felices que aquella España que dormitaba como una mendiga a la puerta de la iglesia. En este período de su evolución intelectual, Gabriel tuvo un ídolo, y muchas tardes abandonaba el trabajo para ir a oírle durante una hora en el Colegio de Francia. Era Ernesto Renán.
Palabra del Dia
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