Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 4 de mayo de 2025
Inspirábanle gran respeto los dos jóvenes, hasta el punto de hacerle afirmar que don Isidro y doña Feli eran las únicas personas decentes que habitaban en las Cambroneras. Adelante, Pepe decía Maltrana cuando, cerrada la noche, sonaba un golpe en la puerta. Y Pepe se presentaba llevando en las manos un lápiz y un rústico talonario de papel de barbas.
El mundo había de alegrarse y saltar loco de embriaguez; debía reflejar la felicidad que rebosaba en su alma al verse amado por Feli. También ellos dos iban en busca de un merendero, de un lugar bonito, para comer, para beber, para darse dos vueltas de vals al son de un piano. ¡Viva la vida!
Era amigo del director de la cárcel y podía recomendarle al maldito golfo. Buscaría además entre sus amigos alguno que pudiese influir con los señores del Juzgado. Marchose el albañil, y por la tarde se dirigió Maltrana a la Cárcel Modelo. Feli le dio gran prisa por que fuese a ver a su hermanastro. La sensibilidad femenil se había interesado por este suceso que venía a alterar la calma doméstica.
Y ahora, viéndola enflaquecida, con las facciones desencajadas, más fea y mísera aún que el día en que salió de las Cambroneras, tenía que hacer un esfuerzo para reconocerla. Creyó ver a una amiga de Feli, a una buena compañera que le recordaba a la otra, a la de los días felices, que ¡ay! no volverían nunca.
Se acercaba la miseria, pero la verdadera, la negra, sin tregua ni misericordia. Feli la adivinaba, abría sus ojazos llenos de misterio, como si la viese corporalmente rondar en torno de ellos. El ser que llevaba en sus entrañas también parecía presentir la proximidad del fantasma. Agitábase cada vez más inquieto, y la madre lloraba pensando en su suerte.
Había devorado en la calle su modesta colación; la carne pecadora ya tenía bastante. Fijaba sus ojos enfermos en Feli con cierta inquietud, turbado por la presencia de una mujer joven y bonita en su propia sala, en medio de los estantes empolvados repletos de tomos de pergamino que guardaban toda la sabiduría y la santidad del mundo. ¿Conque usted es la señora del señor de Multrana?
La literatura imponía deberes: era preciso dejarse ver para hacer carrera y adquirir un nombre, asistir a los estrenos de los teatros, intervenir con interrupciones en los debates del Ateneo, hacerse notar en las interminables y estériles disputas sobre si hay Dios o no lo hay, y acerca de la separación de la Iglesia y el Estado. Una mañana, Feli le despertó cuando estaba en lo mejor de su sueño.
El miedo al Mosco le hizo ser atrevido y arrostrar el peligro de una vez... ¿Era de veras que Feli le quería? Pues a seguirle, a vivir juntos, olvidados de todo lo que no fuese su amor. Los dos hablaron sin emoción alguna, con el egoísmo de la pasión, de abandonar al padre, de engañar al amigo. Maltrana tenía dos mil reales, un capital, pues jamás había visto tanto dinero.
Hacía las «flores»: los pespuntes en forma de triángulo que adornaban los extremos de las ballenas. Era una tarea costosa y mal pagada, como todos los trabajos femeniles. Isidro se enfadó. ¿Deseaba matarse? Pero la sonrisa de Feli contuvo sus protestas. Señalaba con los ojos aquel cajón de la cómoda donde metía el dinero. Apenas quedaban unas cuantas pesetas de lo que les trajo el tío Manolo.
Estas infelices, al cruzarse con la joven pareja, husmeaban el amor con su instinto de hembras, e imploraban una limosna. Isidro repartió pródigamente el dinero, acompañándolo de inmorales consejos, que hacían reír a Feli. Nada de comprar pan: aquella limosna era para vino, para tomar la gran curda.
Palabra del Dia
Otros Mirando