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Actualizado: 28 de junio de 2025


Todos los domingos se personaba en ella mi D. Francisco para hacer la cobranza, los recibos en una mano, en otra el bastón con puño de asta de ciervo; y los pobres inquilinos que tenían la desgracia de no poder ser puntuales, andaban desde el sábado por la tarde con él estómago descompuesto, porque la adusta cara, el carácter férreo del propietario, no concordaban con la idea que tenemos del día de fiesta, del día del Señor, todo descanso y alegría.

En la puerta llamada de Caballos, bajo un arco que daba salida a la plaza, formábanse los toreros con la prontitud de la costumbre: los maestros al frente; luego los banderilleros, guardando anchos espacios; y tras ellos, en pleno corral, pateaba la retaguardia, el escuadrón férreo y montaraz de los picadores, oliendo a cuero recalentado y a boñiga, sobre caballos esqueléticos que llevaban vendado un ojo.

Este animal oceánico de férreo caparazón tenía un alma que se escapaba normalmente por aquella torre con una respiración acompasada, o mugía con la furia del instinto en las noches de peligro ante el escollo cercano o la densa niebla. Sus compartimientos interiores parecían sensibles a la influencia del ambiente, como las mucosas de un organismo animal.

El deber, con su peso férreo é irresistible, mantenía inmóvil á la doble fila de hombres azules y rojos. Un oficial vaciló un instante y entregando su sable á un soldado, se llevó una mano á un hombro. Acababa de recibir un balazo; le habían herido los que tiraban desde lo alto de la iglesia.

Cual hosco toro que en lazada envuelto Se niega altivo á obedecer la fuerza, Y rebramando con furor se esfuerza, Y aspa y pezuña quiere allí clavar, Tal Pedro Obando con poder resiste Al férreo brazo de que está pendiente, Mientras el lazo entre los dos, crugiente, Se como una lámpara oscilar.

Continuaba hacia el Norte el férreo rodar de las masas armadas. Desnoyers vió un tren de heridos procedentes de los combates de Flandes y Lorena. Los uniformes de fatigada suciedad se refrescaban con la blancura de los vendajes que sostenían los miembros doloridos ó defendían las cabezas rotas.

Los embudos abiertos por las bombas los había rellenado. Algunas veces, el triángulo de acero tropezaba con obstáculos subterráneos... un muerto anónimo y sin tumba. El férreo arañazo seguía adelante, sin piedad para lo que no se ve. De tarde en tarde se detenía ante obstáculos menos blandos. Eran proyectiles hundidos en el suelo y sin estallar.

Por el contrario, respecto al ministro existía el férreo lazo del crimen mutuo, que ni él ni ella podían romper, y que, como todos los otros lazos, traía aparejadas consigo obligaciones ineludibles. Ester no ocupaba ya precisamente la misma posición que en los primeros tiempos de su ignominia. Los años se habían ido sucediendo, y Perla contaba ya siete de edad.

Era alta y esbelta; vestía de blanco, y me pareció de singular hermosura. La enferma secó sus lágrimas. Siempre fué adusta y severa; jamás lisonjeaba, nunca tenía una frase dulce y afable. La enfermedad había quebrantado aquel carácter entero, férreo, como de una pieza. Ahora tenía ternuras y delicadezas que conmovían profundamente. ¡Vamos, ya te veo a mi gusto! ¡Jesús! ¡Qué guapo que estás!

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