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Actualizado: 1 de junio de 2025
Bajo el peso terrorífico de esta idea, pasó una hora, durante la cual volvió a reinar la calma en la Naturaleza; pero no llegó al valle ninguna noticia de los infelices expedicionarios.
Las proezas y aventuras de los expedicionarios ingleses y de su indomable capitán, las descripciones interesantísimas de tipos y costumbres de la época, los múltiples incidentes de aquellas marciales jornadas, ora sangrientos y heróicos ora altamente cómicos, todo en suma, está ideado y referido con tal naturalidad, con exactitud y gracia tantas, que hacen de este libro una obra acabada y uno de los más preciados timbres de la fama literaria de su autor.
Los náufragos no podían ya dudar un instante; y se apresuraron a internarse en la selva alejándose del río. La selva era espesísima y reinaba tal oscuridad en ella que apenas podían distinguirse los troncos de los árboles; pero Cornelio que conocía muy bien los bosques de Timor, por los cuales había andado a menudo, se puso a la cabeza de los expedicionarios y los guió hacia el Oeste.
El Almirantazgo, al cual probablemente inquietaba menos la suerte de Franklin que el famoso paso, indicaba siempre á sus expedicionarios el camino del Norte. Desesperada la pobre señora acabó por emprender ella misma lo que se le rehusaba con tal tenacidad, y equipando con gran desembolso un buque, emprendió el camino del Sur.
Desembarcó la gente á refrescarse, y se organizó el hospital por pasar de 3.000 los enfermos; y así, mientras el gran Maestre y Caballeros de San Juan celebraban con salvas de artillería y arcos triunfales la llegada de los expedicionarios, nada menos que alegría se dibujaba en el semblante de éstos.
Siguieron marchando en silencio los expedicionarios hasta llegar a la terraza, donde comenzaba la bóveda, y allí respiraron libremente. En medio del paisaje vieron a los contrabandistas Brenn, Pfeifer y Toubac, con sus amplias capas grises y sus sombreros de fieltro negro, sentados alrededor de una hoguera que se extendía a lo largo de la peña. Marcos Divès les dijo: ¡Aquí estamos!
Esta sensible pérdida acaeció el 26 de Abril de 1521. Los pocos que habían quedado en las naves, impotentes por su número para tomar venganza, resolvieron salvar sus vidas y regresar á Castilla con las nuevas del descubrimiento. Los pocos expedicionarios que habían logrado salvar la vida, emprendieron el viaje por el antiguo derrotero de las Molucas, en la Victoria y la Trinidad.
Mas no quiso detenerse a saber lo cierto del lance, porque anhelaba llegar pronto a Madrid para que descansase Almudena, que sufría de calenturas y se hallaba extenuado. Paso a paso avanzaron en su camino, y en la Puerta de San Vicente, ya cerca de anochecido, sentáronse a descansar, esperando ver pasar a los expedicionarios con la víctima en una parihuela.
Debían los expedicionarios ir a pernoctar a un pueblo que aún distaba tres horas, y a cierto caserón medio feudal, perteneciente a un hidalgo solitario que le habitaba. Era éste persona de bastante prestigio en aquel país, aunque de escasas rentas, y estábale don Simón muy recomendado por algunos amigos de la ciudad.
Hubo un instante en que los expedicionarios salieron de los pasadizos a plaza más despejada; era una especie de cueva circular, con tragaluz, y en su fondo bostezaban las anchas fauces del pozo Lucas, lleno de un agua soñolienta, sombría y honda. El pilluelo acercó curioso su lámpara. La guardiana le asió del brazo. Eh, amiguito, cuidado con caerse ahí.
Palabra del Dia
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