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Actualizado: 14 de junio de 2025


La sorpresa de D.ª Robustiana fué inmensa al verla entrar por casa. ¡Señorita! exclamó con voz angustiada y plegando sus manos. No; no ha muerto respondió gravemente la señora comprendiendo la tácita pregunta que aquella exclamación significaba. Han llegado felizmente á Panticosa y parece que no está peor. No dijo más.

El hombre de la capa dejó escapar una exclamación de desprecio mirando a la mujerzuela de arriba abajo y dirigiéndose después a , me dijo en tono confidencial: Estas babiecas, en cuanto que ven a un soldado con un pliego en la bayoneta, ya se sueltan a decir que es el indulto.

Ramiro miraba hacia uno y otro lado por ver si hallaba algún conocido, cuando una brusca exclamación brotó de la multitud y fue a rebotar contra la inmensa muralla. Don Diego de Bracamonte acababa de aparecer en la puerta de la prisión. Caminaba a su izquierda el Guardián de los descalzos, fray Antonio de Ulloa.

31 E hizo él también guisados, y trajo a su padre, y le dijo: Levántese mi padre, y coma de la caza de su hijo, para que me bendiga tu alma. Yo le bendije, y será bendito. 34 Cuando Esaú oyó las palabras de su padre, clamó con una muy grande y muy amarga exclamación, y le dijo a su padre: Bendíceme también a , padre mío. 35 Y él dijo: Vino tu hermano con engaño, y tomó tu bendición.

Volvieron todos lentamente á la terraza superior y apenas llegados lanzó Simón una exclamación de alegría. ¡Albricias! exclamó. ¿Oís? Es el canto de guerra de la Guardia Blanca. Antes de bajar me pareció oirlo también como un eco lejano, pero no estaba seguro de ello. Nuestros amigos llegan. ¡Oid! Todos se pusieron á escuchar. La duda no era posible.

«¡Ah!...» La exclamación de Isidro revelaba indiferencia. ¿Qué iba a remediar con su dolor?

La pobre mujer, en el momento de arrojar su papel dentro del coche, había lanzado con él una exclamación, que sintetizaba su respetuoso cariño hacia el primer personaje de la Nación, y su pena acerba y desgarradora: «Rey mío... Niño Dios de España, piedad para un desgraciado loco». Había invocado la juventud, la grandeza, el sentimiento religioso, para interesarlos en su cuita.

Y muy bella. ¡Oh! bien, muy bien... haz poner en esa carroza el escudo de los Girones, hijo mío; es un noble escudo, ¡ay! ¡si pudiera ser unir á sus cuarteles los del escudo de Velasco! La última exclamación de la duquesa representaba para los jóvenes el corazón de una madre.

Figúrate, negro, que yo me dejase caer así... ¡Ah... ah... ah! y al lanzar esta exclamación, se echaba atrás, obligando a Ojeda a un esfuerzo violento para retenerla . Por pronto que se enterasen en el buque e hicieran alto, pasaría mucho tiempo.

Esto se ahorrará tal vez de fastidio; pero una sola voz salió de mi criado, y entre ella y la mía se estableció el siguiente diálogo: Lástima dijo la voz, repitiendo mi piadosa exclamación. ¿Y por qué me has de tener lástima, escritor? Yo a ti, ya lo entiendo. ¿ a ? pregunté sobrecogido ya por un terror supersticioso; y es que la voz empezaba a decir la verdad.

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