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Actualizado: 14 de junio de 2025
Pasada la excitación del peligro, y al apreciar fríamente la gravedad de éste, sintió una cólera vengativa, más intensa que la que le había impulsado hacia la puerta en la noche anterior.
Todos los grandes, ministros y prelados, todos los poetas, sabios y artistas que se encontraban en Madrid, lo acompañaron á su última morada; todas las congregaciones religiosas concurrieron sin excitación agena; las ventanas, los balcones y hasta los techos de las casas, ante las cuales había de pasar el fúnebre cortejo, estaban atestadas de curiosos y las calles llenas de gente.
Una noche, a fines de Abril, Rafael se detuvo en la puerta de su cuarto con el mismo temor que si fuese a entrar en un horno. Estremecíase al pensar en la noche que le esperaba. La ciudad entera parecía desfallecer en aquel ambiente cargado de perfume. Era un latigazo de la Primavera, acelerando con su excitación la vida, dando mayor potencia a los sentidos.
Estaba más animado que de ordinario; cierta excitación fuerte, alegre, resuelta, brillaba en sus ojos, cuyo mirar era siempre muy directo, pero que por lo común se iluminaba poco. Mi querido Domingo continuó, paseando a mi lado por la terraza, tengo que participarle a usted una buena noticia, una noticia que le será grata, creo, porque sé la amistad que me profesa.
La aparición de Martholl la distrajo de estas reflexiones. Estaba de muy mal humor porque al ayudar a Alicia de Blandieres a subir a la balsa, desde donde quería tirarse, se había roto una uña. Su preocupación por este incidente le impedía desplegar su amabilidad habitual y su excitación no se había calmado aún, cuando la señora Aubry hizo señas a su hija para que saliera del agua.
Callaba María Teresa, como si la excitación de su falsa alegría hubiese cesado de golpe al ponerse en contacto con esta soledad. Apretó más fuertemente el brazo de Fernando, y rozándole el rostro con el ala de su sombrero, murmuró: Di, ¿y si me fuese contigo?... Era una súplica, un murmullo tímido, la petición que se considera imposible, pero se formula como última esperanza.
Pero Cristián no tenía miedo; apretaba en su bolsillo el pase á su nombre y al de Dougall. Alentado por el primer éxito, estaba dispuesto á hacer frente al vigilante y á forzar el paso si era preciso. Las emociones pasadas producían en su cerebro una excitación extraordinaria. En este momento estaba seguro de salirse con su empeño.
La interpretación de ciertos simbolismos y la sorpresa de ver explicadas cosas que antes no comprendiera, derramaron en su alma una satisfacción tranquila, un goce exento de egoísmo, pero que llegaba a producirla cierta excitación, haciéndola experimentar aquella complacencia propia de los cerebros débiles que, al descubrir algo nuevo para ellos, piensan haber hallado lo verdaderamente extraordinario.
Viendo la excitación que su crimen había producido, se resolvió a abandonar la ciudad y emprendió viaje a Huancavelica, enterrando antes en la falda del San Cristóbal una parte de su riqueza. La esposa del intendente Solá era limeña, y a ésta se presentó el maestro Lucas ofreciéndole en venta seis magníficos anillos.
Hablaba con tal seguridad e indiferencia no exenta de desdén, que su hija tenía que optar entre dar rienda suelta a la lengua, romper con su padre de un modo violento, o marcharse. Decidióse, después de un instante de vacilación, por esto. Giró sobre los talones, y sin una palabra de adiós salió de la estancia y se metió en el coche, en un estado de excitación que hacía temblar todo su cuerpo.
Palabra del Dia
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