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Actualizado: 4 de junio de 2025


El error de Montalván proviene, pues, principalmente, de no haber distinguido unas de otras las diversas composiciones dramáticas, ó simplemente de su prurito de exagerar, manifestando acaso que atribuye más mérito al número que á la calidad de las obras escritas por su maestro. En cuanto á los autos, nada dicen sus noticias: Montalván los hace subir á cuatrocientos.

La humildad cristiana, esa virtud que nos hace conocer el límite de nuestras fuerzas, que nos revela nuestros propios defectos, que no nos permite exagerar nuestro mérito, ni ensalzarnos sobre los demas, que no nos consiente despreciar á nadie, que nos inclina á aprovecharnos del consejo y ejemplo de todos, aun de los inferiores, que nos hace mirar como frivolidades indignas de un espíritu serio el andar en busca de aplausos, el saborearse en el humo de la lisonja; que no nos deja creer jamas que hemos llegado á la cumbre de la perfeccion en ningun sentido, ni cegarnos hasta el punto de no ver lo mucho que nos queda por adelantar, y la ventaja que nos llevan otros; esa virtud que bien entendida es la verdad, pero la verdad aplicada al conocimiento de lo que somos, de nuestras relaciones con Dios y con los hombres; la verdad guiando nuestra conducta para que no nos extravien las exageraciones del amor propio; esa virtud, repito, es de suma utilidad en todo cuanto concierne á la práctica, aun en las cosas puramente mundanas.

Por lo tocante á lo primero, conviene recordar lo que se ha dicho sobre la veracidad; añadiéndose dos advertencias: . que la desconfianza de la fidelidad de los cuadros debe guardar alguna proporcion con la distancia del lugar de la escena, por aquello de: luengas tierras, luengas mentiras; . que los viajeros corren riesgo de exagerar, desfigurar, y hasta fingir, haciendo formar ideas muy equivocadas sobre el pais que describen, por el vanidoso prurito de hacerse interesantes, y de darse importancia, contando peregrinas aventuras.

¡No hay que exagerar las cosas! le gritó Fernando bajando rápidamente del break. Raquel miró a su hermana fijamente. ¡Oh, qué alma la tuya! El acento de su voz traducía desazón y resentimiento. Pero no provenía su despecho de aquella inoportuna alegría de Adriana, sino de un motivo mucho más grave para ella. ¡Hiciste una de las tuyas! exclamó cuando las dos se hallaron solas.

Allí hubiera querido ver á los señores académicos é ingenieros que miden con tanta precisión los combates del Océano. Nadie debe, sentado en su bufete, poner en cuarentena con tal ligereza la veracidad de tanto hombre intrépido, encallecido por el trabajo y resignado, que ve con demasiada frecuencia la muerte á su lado para tener la pueril vanidad de exagerar sus peligros.

Conocemos la vida de aquel siglo, por los viajes de los extranjeros, que solían exagerar o mentir; por los documentos de los archivos, que hablan con seca y desabrida elocuencia; por el teatro, en que la imaginación es señora; por la novela picaresca, que sólo resucita tipos de una clase social; por los escritores, que siempre con sentido especialmente devoto, se complacían en censurar las costumbres, describiéndolas de paso; pero los pinceles tercos en esquivar toda representación de cosa vulgar y profana, nos dejaron poquísimos datos referentes a la manera de vivir, los trabajos, oficios, diversiones, casas, habitaciones, muebles y ropas de aquellos caballeros y soldados, clérigos y estudiantes, mercaderes y mendigos, damas y aventureras, cómicas y beatas, dueñas y criadas, cuyo abigarrado conjunto conocemos sólo moralmente, gracias a Cervantes y Quevedo, Tirso y Lope, Zabaleta y Salas Barbadillo, porque los pintores limitados a la representación convencional de lo sagrado despreciaban lo profano.

Cuidaba mucho de ponerse siempre muy alta, para lo cual tenía que exagerar y embellecer cuanto la rodeaba. Era de esas personas que siempre alaban desmedidamente las cosas propias. Todo lo suyo era siempre bueno: su casa era la mejor de la calle, su calle la mejor del barrio, y su barrio el mejor de la villa.

¡Eran tan pobres! siguió diciendo Toledo . Tenían que mantener el boato de una corte, pues en los Estados pequeños, donde se vive como en familia, resulta preciso exagerar la etiqueta para que el príncipe sea respetado.

En El más impropio verdugo para la más justa venganza, se manifiesta la energía de Rojas en algunas escenas, verdaderamente grandiosas, y que conmueven profundamente; pero, aunque en esta pieza dramática se noten algunas bellezas, peculiares sólo del genio, es, sin embargo, muy defectuosa en el plan y en el desarrollo, notándose en ella, como en otras muchas de Rojas, un empeño absurdo en exagerar lo trágico y lo terrible hasta convertirlo en cruel y antipático.

Además, nos conviene exagerar la probabilidad de que ocurra aquello que queremos ardientemente, y acabamos por tomar nuestros deseos por realidades.... Los que entran todos los días aquí tienen la corazonada de que saldrán llevándose mil francos, ó veinte mil, ó cien mil, y lo regular es que salgan con los bolsillos vacíos.

Palabra del Dia

rigoleto

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