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Actualizado: 17 de junio de 2025
Los horrores de la guerra habían pasado sobre este organismo como una llamarada que seca cuanto toca, lo apergamina, y acaba convirtiéndolo en polvo. Parecía una momia, tostada por el resplandor de los incendios, estremecida por las lágrimas y los quejidos de millares de seres. «¡Lo que esos oídos habrán escuchado!», se dijo Miguel.
El espacio es cristal; fulge y ondula cual la cuerda de un arpa estremecida, y mientras más el término se azula, más bellos son los sueños de la vida. ¡Soñar! ¡Vivir...! Soñar bajo las cañas y vivir a su sombra eternamente, sin sentir esas penas tan extrañas que ensombrecen el alma lentamente.
Del lento y triste sonido cada toque, cada nota en el vago viento flota como doliente gemido, y de la noche en la calma el melancólico són, siente estremecida el alma cual solemne admonición. ¡Se desprenden esos dobles lúgubres y funerarios de los altos campanarios en fúnebre vibración; en esos dobles alienta algún espíritu irónico que a cada nota que zumba, con agrio gesto sardónico rueda implacable y derrumba y oprime con todo el peso de la piedra de una tumba el humano corazón! ¡Quienes tañen las campanas de los toques funerales no son pobres campaneros, no son sencillos mortales, son espectros sepulcrales! ¡Y es el Rey de los espectros quien toca con más tesón!
Carmencita, absorta en su desconsuelo, se levantó de pronto estremecida por un resoplido siniestro, y, toda temblorosa, gritó una vez más: ¡La nétigua!... De las habitaciones de don Manuel salían ya los chillidos agudos de doña Rebeca, y el ave agorera tendía sobre el azul cobalto de la noche su vuelo silencioso.... El hidalgo de Luzmela había muerto.
¿Qué ruido es ése? murmuró Felicita, incorporándose estremecida . Parece que clavan un ataúd. Parece que cavan una fosa. Pero eran unas almadreñas, en la calle. Felicita se tendió nuevamente en el sofá. ¿Qué ruido es ése? murmuró Felicita poniéndose en pie, transida de terror . Parece que moscardonea un enjambre de espíritus. Parece que se oyen voces del otro mundo.
En seguida, aludiendo a las pretensiones amorosas del mancebo, acabó por decir, con la mano en alto y la voz estremecida y solemne: ¡Antes morir, hija mía, antes morir que mancillar nuestra clarísima sangre con sangre de moros! Afuera, en la ciudad, torvo sosiego de siesta castellana. La luz del mediodía arde rabiosa en los pétreos paredones, caldea los hierros, requema el musgo de los tejados.
No pudo seguir en sus reflexiones. La tempestad había, estallado sobre él. La lluvia chorreaba por los bordes de su sombrero y corría a lo largo de su espalda. La noche había llegado de pronto. A la luz de los relámpagos veíase el mar con la superficie mate estremecida por el choque de la lluvia. Febrer marchó hacia la torre con toda la ligereza de sus piernas.
El duque se fué, y la doncella se subió á su aposento con el corazón latiéndole con impaciencia por el regalo que la había dado su extraño amante. Cuando tuvo luz; cuando estuvo sola, miró estremecida la cadena y ahogó un grito de asombro.
La señorita la miró sin dejar de sonreir, con una helada expresión que daba espanto, y la moza dijo: Con que se despide don Fernandito, ¿eh? Entonces, Carmen, estremecida, agitó maquinalmente la mano que tenía inerte sobre la falda, con la carta abierta, y respondió: Sí....
Un silencio temeroso le salió al paso, y ya iba a retroceder asustada, cuando oyó unos quejidos lastimeros detrás de una puertecilla. Eran ayes y juramentos de una voz estridente y amarga. Empujó Rita la puerta con recelo, cautelosamente, y vió en un cuarto hondo y destartalado una cama estremecida por un cuerpo tremuloso.
Palabra del Dia
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