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Actualizado: 19 de mayo de 2025
¿Qué ruido es ése? murmuró Felicita, incorporándose estremecida . Parece que clavan un ataúd. Parece que cavan una fosa. Pero eran unas almadreñas, en la calle. Felicita se tendió nuevamente en el sofá. ¿Qué ruido es ése? murmuró Felicita poniéndose en pie, transida de terror . Parece que moscardonea un enjambre de espíritus. Parece que se oyen voces del otro mundo.
Ni gente de la mar, ni pasagero En pié estaba, y andaba gran compaña De diablos, que las velas marinaban Y la nave con fuerza se llevaban. Larga escota, el piloto les decia, Y cavan el trinquete y la mesana; Y si les dice, aiza, con porfia Amainan los traidores con gran gana.
Un árbol de pobre ramaje hace más triste aquel apartado rincón del mundo, y a lo lejos un río tranquilo se desliza por la llanura del valle, donde, al modo de las antiguas tablas de devoción, se representan en pequeñas composiciones aisladas episodios de la vida del primer ermitaño; el demonio, que viene a tentarle, su muerte, y los leones que mansamente le cavan la fosa con sus garras.
Con objeto de recoger hasta la última gota del precioso líquido, los ingenieros cavan á lo lejos las rocas para sorprender en su curso el pequeño hilo de agua que corre por las hendiduras interiores y el escape de vapor que sube desde las ocultas profundidades.
En el pueblo de Tayabas se cogerán unos 130.000 cavanes de arroz; teniendo dicho pueblo 3.000 vecinos, y gastando unos con otros, ajustando á cinco personas por vecino, 30 cavanes al año, ó sean 15 fanegas, le resta para vender 40.000 que á razón de á 6 reales cavan, importan 30.000 pesos.
En el valle donde se asienta la parroquia de que el ama procedía valle situado en los últimos confines de Galicia, lindando con Portugal las mujeres se distinguen por sus condiciones físicas y modo de vivir: son una especie de amazonas, resto de las guerreras galaicas de que hablan los geógrafos latinos; que si hoy no pueden hacer la guerra sino a sus maridos, destripan terrones con la misma furia que antes combatían; andan medio en cueros, luciendo sus fornidas y recias carnazas; aran, cavan, siegan, cargan carros de rama y esquilmo, soportan en sus hombros de cariátide enormes pesos y viven, ya que no sin obra, por lo menos sin auxilio de varón, pues los del valle suelen emigrar a Lisboa en busca de colocaciones desde los catorce años, volviendo sólo al país un par de meses, para casarse y propagar la raza, y huyendo apenas cumplido su oficio de machos de colmena.
Palabra del Dia
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