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Actualizado: 14 de junio de 2025
No sabes decía riendo Alicia . Cuidado, que me pinchas. ¡Qué torpe! Pero él acabó por sentirse contento de su torpeza. Acariciaba el desnudo brazo con sus dedos, se estremecía al rozar aquel pliegue de la carne que guardaba en su sombra aterciopelada cierto misterio sexual. ¡Quieto! chilló ella . No vuelvas á las andadas; mira que me enfado... Bien está así... ¡Vámonos!
Aquella buena gente tenía que subir una cuesta bastante pina y no podía más. «¡Hué!, ¡a una!, ¡con mil demonios! ¡Otro empujón!... ¡Adelante!» Todos gritaban a la vez, empujaban las ruedas, y el pesado cañón, asomando el largo cuello de bronce entre la enorme cureña, por encima de las laderas, rodaba lentamente y estremecía el pavimento.
La devota dejó de mirar al recién venido y dijo: No me la riñan más, que bastante ha padecido. Lázaro advirtió que Clara se estremecía, poniéndose roja como una amapola. No me la riñan más, que bastante la han reñido añadió compungidamente la devota. Yo respondo de ella. Yo sé que tiene buen fondo, aunque al exterior aparezcan los defectos de las pestilenciales ideas del siglo.
Divès, de pie en los estribos, con la cabeza levantada y los bigotes de punta, los miraba sonriendo, y decía: ¡Esto va bien! La refriega era terrible; el suelo se estremecía.
En Pasajes, tras de la monotonía fatigosa de las montañas reposaron al fin los ojos, viendo extenderse el mar azul, un tanto rizado, mientras los buques, fondeados en la bahía, se columpiaban con oscilación imperceptible, y una brisa marina, acre y salitrosa, estremecía las cortinillas de tafetán del coche, aventando el sudor de la frente de los cansados viajeros.
Sabía por Valeria que había ido repetidas veces á Villa-Rosa, sin conseguir que su dueña lo recibiese. Es más; la duquesa se estremecía de miedo ante esta visita. «No quiero verle; di siempre que no estoy.» Don Marcos había sufrido la misma suerte, teniendo que entregar su tarjeta, unas veces á la confidenta de la duquesa y otras al jardinero.
La noche antes había llegado Ángel a casa más desasosegado y distraído que de costumbre: cenó poco, habló menos y sin venir al caso; tan pronto sonreía como se le nublaba el gesto y se estremecía todo... Y así se fue a la cama. De eso estaban hablando cabalmente su padre y su madre todavía, cuando se les presentó Ángel muy risueño, pero no muy tranquilo, a juzgar por ciertas señales.
Al fatigarse, descendían al claustro, y agarrados a las barandillas, emprendían un susurro que estremecía el religioso silencio como un suspiro de amor. De vez en cuando se abrían las cancelas de la catedral, esparciendo en el jardín y las Claverías una bocanada de aire cargada de incienso, de rugidos de órgano y voces graves que cantaban palabras latinas prolongando solemnemente las sílabas.
Otra vez volvió a rodar el mísero por los sitios más hediondos de la capital. Algún alma caritativa, que por casualidad se enteraba de su estado, socorríale indirectamente, porque Juan se estremecía a la idea de pedir limosna.
Cuando éste le dirigía la palabra, Clara se estremecía como si la sacasen de un sueño, como si cortasen el vuelo remontado de su espíritu y le hiciesen caer de pronto del cielo á la tierra, á modo de pajarillo herido por el plomo allá en lo sumo del aire.
Palabra del Dia
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