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Actualizado: 27 de junio de 2025


Estocada al toro invisible. ¡Hasta el mismo puño!... Y sonreía satisfecho pensando en la decepción que iban a sufrir sus enemigos, los cuales profetizaban su inmediata decadencia siempre que sufría una cogida. Le faltaba el tiempo para verse en el redondel.

Bien lo indicaba el aspecto de aquellos hombres, decrépitos en plena juventud, heridos para siempre por la frígida estocada de la fiebre.

Verdad que los franceses, no dando ya ninguna importancia a las acciones parciales, se ocupaban en organizar el resto y lo mejor de su fuerza para dar un golpe de mano, última estocada del gigante que se sentía morir. Corrimos, pues, hacia nuestro campo.

Y no se engañó, que don Baltasar de Peralta era, que hallando al paso del tumulto por el corredor aquella puerta franca, creyendo que al aposento de doña Guiomar daba, en él entrose, y en mal hora por cierto, que ciego Cervantes de dolor y de rabia, a él se fue omnipotente, de tal manera, que apenas se chocaron las espadas, al suelo vino difunto de una estocada en el corazón don Baltasar, cayendo tal vez, porque Dios lo quiso, junto a doña Guiomar, y tan cerca, que la sangre que de su pecho corría fue a mezclarse con la que del inocente pecho de doña Guiomar había salido.

Lo que yo digo: «Ya le verán ustés, cuando esté bueno del todo, y me darán noticias...» Haz como otras veces. Te vas al toro derechamente, con ese coraje que Dios te ha dao, y ¡zas! estocada hasta la cruz... y te lo metes en el bolsillo. Gallardo aprobaba con una sonrisa enigmática... ¡Meterse los toros en el bolsillo! No deseaba otra cosa.

Conocedor Tránter de las ventajas que le favorecían no tardó en aprovecharlas y adelantándose de un salto dirigió á Roger una estocada vigorosa, seguida de tremendo tajo capaz de cortarlo en dos; pero con no menos rapidez acudió Roger al doble quite, aunque la violencia del ataque le hizo retroceder un paso y aun así, la punta de la hoja enemiga le desgarró el justillo sobre el pecho.

Gallardo se aprovechó de esta compasión simpática para salir del compromiso. Marchando de lado contra el toro, lo hirió con una estocada atravesada y traidora. Cayó el animal como una bestia de matadero, soltando un caño de sangre por la boca. Unos aplaudieron sin saber por qué aplaudían, otros silbaron, y la gran masa permaneció en silencio.

Al mismo tiempo empieza á ver rostros irreales, rostros que desaparecieron de la tierra hace muchos años: el cosaco venido de una remota guarnición de Siberia para vengar á su hermana; un amigo del mismo regimiento del príncipe, que murió de una estocada en el pecho después de una cena tumultuosa, mientras lloraba Lubimoff, súbitamente despertado de su homicida embriaguez; otros á los que asistió como simple testigo, pero que murieron y resucitan ahora en su memoria, fría é insensible al remordimiento y á la lamentación.

Iba a derribar al toro de una estocada maestra. Todos adivinaban la resolución del espada. Se lanzó Gallardo sobre el toro, y todo el público respiró a un tiempo ruidosamente, luego de la emocionante espera. Del encontronazo entre el hombre y el animal salió éste corriendo con mugidora furia, mientras el graderío prorrumpía en silbidos y protestas. Lo de siempre.

Desnudó Zadig su espada despues de hacer una cortesia á la reyna, que agitada de temor y alborozo le miraba; Itobad desenvaynó la suya sin saludar á nadie, y acometió á Zadig como quien nada tenia que temer. Ibale á hender la cabeza de una estocada, quando paró Zadig el golpe, haciendo que la espada de su contrario pegase en falso, y se hiciese pedazos.

Palabra del Dia

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