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Actualizado: 9 de octubre de 2025


Sabe Dios si amor me esfuerza Que mi buen intento tuerza; Pero ya el mundo trazó Estas leyes, a quien yo He de obedecer por fuerza. Sale FELICIANA. FELIC. Perdona, hermano, si soy Más piadosa que quisieras. Espera, ¿de qué te alteras? D. TELL. ¡Qué necia estás! FELIC. Necia estoy; Pero soy, Tello, mujer, Y es terrible tu porfía.

Tales son, en el acto primero, su excelente exposición, tantas veces imitada; en el segundo, la escena en que Don Gutierre registra su casa para descubrir en ella el amante oculto de su esposa, atrapando sólo al gracioso, que prorrumpe en gritos descompasados, haciendo creer á Doña Mencía, llena de horror, que ha sido descubierto su amante; después el monólogo en que Don Gutierre se esfuerza en mirar, bajo el punto de vista más favorable posible, la causa de sus celos; luego el diálogo nocturno entre Don Gutierre y su esposa, en que la última, creyendo hablar con Don Enrique, confirma las sospechas de su marido; finalmente, todo el acto tercero, obra magistral y perfecta, durante el cual el espectador más impasible no puede menos de seguir sin respirar la rapidez de los sucesos, que se precipitan, sucediéndose unas á otras las escenas interesantes, y terminando el drama con tanta pasión como energía. ¡Cuán poética, y, al mismo tiempo, cuán dramática y de cuánto efecto no es, poco antes de la catástrofe, la invención de hacer oir en la calle, cantado por una voz misteriosa, cierto romance sobre la partida del Infante!

Buena, alegre, un poco imperiosa, pero perfecta dueña de su casa, la baronesa porque ha conseguido ser baronesa y no desespera de serlo de Pontournant asombra á los suyos por las cualidades de su corazón. Calmado su rencor, ha vuelto á lo que estaba destinada á ser; una mujer muy viva, pero excelente, que se esfuerza en pagar con amabilidades los movimientos un poco bruscos de su carácter.

Catalina, que ama apasionadamente á su futuro esposo, por cuya razón está celosa de su hermana, se esfuerza por todos los medios posibles en persuadir á su padre que la case con un cierto Don Fadrique; pero los amantes se oponen á este propósito con todos sus recursos, é intentan, por medio de la astucia, el logro final de sus deseos.

Pero en medio de la absurda hipótesis, la conciencia que no desaparece porque no puede desaparecer, se siente arrastrada tambien por el violento torbellino que lo arroja todo á las tinieblas del caos; en vano se esfuerza por conservar sus ideas, todas desaparecen por la fuerza de la contradiccion; en vano hace brotar otras nuevas para sustituirlas á las que va perdiendo, desaparecen tambien; en vano busca objetos nuevos, desaparecen tambien; y ella misma no continúa sino para sentir la imposibilidad radical de pensar nada; solo ve á la contradiccion que señoreada de la inteligencia, destruye con fuerza irresistible cuanto se quiera levantar.

Penetra en la casa el comendador, pero encuentra bien cerrado el dormitorio de Casilda; y cuando bajo sus ventanas se esfuerza después en ablandarla con las frases más tiernas, aparece ella en la reja de improviso, grita á los próximos durmientes que ya es tarde, y despide al comendador, á quien finge no conocer, hablándole unas veces como de burlas y otras como de veras.

Mi hermano ayer espiró De la hambre fatigado, Y mi madre ya ha acabado, Que la hambre la acabó. Y si la hambre y su fuerza No ha rendido mi salud, Es porque la juventud Contra su rigor se esfuerza. Pero como ha tantos dias Que no le hago defensa, No pueden contra su ofensa Las debiles fuerzas mias.

Cual hosco toro que en lazada envuelto Se niega altivo á obedecer la fuerza, Y rebramando con furor se esfuerza, Y aspa y pezuña quiere allí clavar, Tal Pedro Obando con poder resiste Al férreo brazo de que está pendiente, Mientras el lazo entre los dos, crugiente, Se como una lámpara oscilar.

La recalcitrante es... recalcitrante. ¡Qué aspecto de mal genio!... En lugar de la sonrisa amable de la primera y de la dulzura borrosa de la segunda, es enteramente alarmante. Mirada dura, labios secos, modo de andar irritado. En vano se esfuerza la piedad por dar a su fisonomía un aspecto de ternura; se ve el esfuerzo y no se adivina la paz.

»No me pida que le hable de ; mi yo no es nada hasta lo presente. ¿Quién lo conoce, aparte de usted? No es verdaderamente interesante para nadie. Trabaja, se esfuerza, no se cuida nada, nada se divierte, espera alguna vez y a pesar de todo continúa queriendo. ¿Basta con eso? Ya veremos. «Vivo en un barrio que no será probablemente el que usted habite, porque tiene usted el derecho de elegir.

Palabra del Dia

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