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Actualizado: 1 de junio de 2025


El amable doctor, después de escucharla atentamente, la respondió muy risueño que estaba enteramente conforme con su parecer. Entonces añadió la marquesa que ella sabía de una provincia española donde se hallaban ambos remedios, y a muy corta distancia el uno del otro.

Todos aquellos discursos pronunciados en alta voz, no eran más que una continua y tierna invitación para que de una vez entrase "en el terreno de la formalidad". Oyéronse en esto pasos en la habitación contigua, y una tos que los presentes conocían admirablemente. D.ª Esperanza, al escucharla, entregó con precipitación, mejor dicho, arrojó la labor que tenía entre manos en el regazo de su hija.

La pobrecilla, para entretener sus fastidios villaverdinos, repasaba el repertorio en boga. No me detuve a escucharla. Me pareció que cometía yo una infidelidad. La plaza estaba casi a obscuras. Ardían los cinco faroles, pero con luz tan débil y escatimada, que apenas dejaban ver los árboles, la fuente y el barandal.

Ya que V. la exige y tiene valor para escucharla, le diré la verdad. El caso no es desesperado, pero poco menos. Cuando llegan a este grado de desarrollo, las afecciones del corazón son peligrosísimas. Aquí no deben Vds. permanecer más tiempo que el preciso para que recobre fuerzas: vuélvanse Vds. pronto a su casa. Ni cómo ha podido soportar el viaje en las condiciones en que está.

Cuando sus hermanitos y sus primos se fueron a jugar y la dejaron sola, ella preguntó a la niñera: Miss Mary, ¿cree usted que hay hadas? Sin entenderle, sin escucharla siquiera, miss Mary repuso: «Yes, my dear, yes». «¡Qué tontas son estas inglesas! pensó Lita.

Esta se adelantó y la besó en los ojos. Al fin se han vuelto a encontrar, después de un año, murmuró. Se habló de música y de novelas. Laura, que no dejó un instante de observar a Julio, suspiró, volvió a besarla. Se me ocurre que ya te quiere, le dijo al oído. Pero Adriana no podía escucharla. Miraba a Julio con los ojos un poco atónitos y sonreía con su sonrisa ligera.

La duquesa se estremecía al escucharla; le parecía que el alma de su hija iba a escapar como un pájaro al que se ha abierto la jaula. Estrechó a Germana entre sus brazos y le dijo: ¡No, no nos dejarás! Iremos todos a Italia y el sol te curará. El señor de Villanera es un hombre de corazón.

Hace años que me siento sola, como si no existiese en el mundo otro ser que yo. Ricardo había olvidado su inquietud de momentos antes, para escucharla con un interés crédulo, aceptando todas sus palabras. Pero ¿y su marido?... Una lucecita irónica pareció temblar en los ojos de ella al oir esta pregunta inocente. Pero contuvo su burlona admiración, para contestar con tristeza: No hablemos de él.

En vano os empeñariais en combatirla ni aun en el hombre mas rudo; él no sabria tal vez qué responderos, pero menearia la cabeza, y diria para : «este filósofo que cree en la posibilidad de tales despropósitos, no debe de estar muy sano de juicioCuando la naturaleza habla en el fondo de nuestra alma con voz tan clara y tono tan decisivo, es necedad el no escucharla.

Sin preocuparse para nada de las parejas, ni de la magnificencia del salón en que se efectuaba el baile, las dos hablaban cerca de la chimenea. ¡Hablar en vez de bailar, a los quince o diez y seis años!... Forzosamente, la conversación tenía que ser interesantísima, y esta sola idea avivaba en el deseo de escucharla.

Palabra del Dia

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