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Actualizado: 1 de junio de 2025


Torció el gesto Fernando al escucharla decir esto con la mirada perdida en el Océano y una voz monótona de sonámbula. ¡Bonito papel el suyo!... Y saludando irónicamente, anunció que iba a retirarse para que pensase a solas en la próxima entrevista con su esposo.

Su alegría en el coche cuando almorzaban, y ella le limpiaba el pescado de espinas; la escena de la barca, en que le vio melancólico, a punto de llorar al escucharla; la turbación que se apoderó de él en el tren cuando le invitó a descalzarla; finalmente, aquel beso de amor en los labios que le impresionó hasta hacerle perder el sentido, le parecían a la luz de los recuerdos otros tantos signos indudables del sentimiento que embargaba el pecho de su confesor.

Palideció el pianista al escucharla. ¡Oh, duquesa!... Temblaba y balbuceaba de emoción. ¡El tallando en el Sporting-Club, ante el público elegante de las noches de ópera, manejando miles de francos, con todas las miradas fijas en su persona... Era el coronamiento de una carrera: después de esto, morir.

La condesa pareció no escucharla y se puso de pie animada por un nuevo furor. En cuanto a la estúpida loca exclamó , en seguida tendrá su merecido. Voy a tratar de que no olvide este día; para que no se le vuelva a ocurrir el deseo de ver a mi enemigo. ; quiero que en adelante tiemble y tenga miedo al sólo oír pronunciar su nombre. Estas palabras le arrancaron a Marta un grito de desesperación.

Agarrado con irresistible presión como siempre a sus ideas, su marido no quiso escucharla, oponiendo a todas sus razones una actitud altiva y desdeñosa. Comió poco y estuvo sombrío y silencioso mientras duró la cena. Cuando habían llegado a los postres sonó el timbre de la puerta. El criado fue a abrir y entró después sin decir nada. ¿Quién llamaba?

La interpelada estuvo muy dispuesta, y todas se pusieron á escucharla con gran atención; y nosotros con ellas. Era vez y vez una cabra, muy mujer de bien: que tenía tres chivitas que había criado muy bien, y metiditas en su casa. Si alguna vez me necesitas, ve á aquel paredón derrumbado, que allí está mi convento. Dicho lo cual, echó á volar cantando maitines.

Por las mañanas iba yo á escucharla detrás de su puerta, como una enamorada que se contenta con la voz mientras espera la presencia del hombre amado.

Una hora estuvo Camucha contando los detalles. Yo la oía sin escucharla. Entonces sucedió algo cómico. A propósito de lo que contaba reclamó mi opinión. ¿A ti te parece, dime? , Camucha, le contesté al azar. Todos pusieron una cara de sorpresa. ¿Entonces lo defiendes, a ese pillo? Yo había aprobado, sin vacilación, inconscientemente, la actitud del novio indigno". "13 de junio.

Sembraré para él a fin de que sólo tenga que tomarse el trabajo de recoger la cosecha. »Todo lo que yo le doy pertenece a mi hija, como le pertenecen mi fortuna, mi vida y mi pensamiento, que ya le había dado antes. »Todo será para ellos; yo no quiero reservarme para otra, cosa que el derecho de mirar de vez en cuando a Magdalena, escucharla cuando me hable y verla hermosa y satisfecha.

Cuando volvía Isidro, repetíale estos relatos, y el joven, al escucharla, lanzaba miradas de extrañeza al puente vecino, por donde pasaban coches, carretas y peatones, todo el tráfago de un gran núcleo de población; a los inmediatos desmontes, con sus faroles de gas; al tranvía eléctrico que bajaba por el paseo de los Ocho Hilos expeliendo chispas verdes y azules de sus ruedas.

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