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Actualizado: 29 de julio de 2025
Detrás de ésta, y a ambos lados, una serie de secretarios escribiendo o consultando libros o papeles, sea para recordar al presidente qué es lo que se hizo en tal circunstancia, o los antecedentes del asunto, o cualquier dato necesario. Al pie de la tribuna parlamentaria estaba el cuerpo de taquígrafos.
En un cajón de su escritorio estaba en un cuadrito la estampa de la Virgen de Regla que el día de su marcha le había regalado su madre; púsola en pie, delante de sí, apoyada en el tintero, y comenzó a escribir, a escribir, y se llevó dos horas escribiendo... Estaba contentísimo; sus negocios marchaban muy bien, y la Restauración era cosa segura. La condesa de Albornoz...
Pues bien; la doncella que la acompañó me ha contado que allí tuvo algo con no sabe quién..., de cierto, nada; pero algún lío debía de traer entre manos, porque, según la chica, en cuanto llegaban por la noche del teatro a la fonda, Cristeta la despedía sin dejar que la desnudase; y otras veces se quedaba escribiendo hasta muy tarde.
Detrás de la balaustrada estaban escribiendo dos empleados de lastimoso aspecto y en la primera parte de la habitación esperaban algunos hombres y algunas mujeres sentados en vetustas banquetas. Uno de los empleados levantó la cabeza, dejó la pluma, miro á los dos visitantes y reconociendo en ellos unos clientes poco comunes, se levantó de su asiento y dijo: ¿Qué desean ustedes, señores?
Escríbeme; mira que estoy dispuesta a ir hasta el rancho de los Cedros a encontrar al mozo, para que me dé las cartas y los encargos. ¡Imagínate qué pena tendré si tú no me escribes! Ya es muy tarde: acaban de dar en el reloj de la sala las doce de la noche, y no puedo seguir escribiendo.
No pude menos de sonreir al escuchar a mi pobre tía. ¿Mi porvenir? Sí. No, tía; yo no me pasaré la vida escribiendo alegatos. Ese trabajo me mata. No porque sea rudo, sino porque es insuficiente. Prefiero las faenas agrícolas y la vida agitada de los campos que dan salud y buen humor. La enferma permanecía silenciosa. Tía Pepa trató de convencerme de que no debía yo dejarlas.
De donde se deduce claramente que me quedé corto cuando, escribiendo al inglés, le dije que entre ser lo que ahora soy y volverme a lo que fui, vacilaría... ¡Vacilar, carape! a ciegas me agarro a lo de ayer.
Escribiendo, era prolijo: su estilo se componía de las más crespas y ensortijadas frases que es dado imaginar. Pulía de tal modo su prosa, que parecía una cabellera con cosmético y bandolina, pudiendo servir de espejo; y sus versos eran tales, que se les creerían rizados con tenacillas. Nunca repitió una palabra en un mismo pliego de papel, por miedo á las redundancias y sonsonetes.
De todos modos insisto en aconsejar a usted que no se arredre y que siga escribiendo.
Había realizado un esfuerzo enorme escribiendo para los periódicos de España y América numerosos artículos, un cuaderno todas las semanas de mi Historia de la Guerra y dos novelas, Los cuatro jinetes del Apocalipsis y Mare nostrum. Además hice muchas traducciones y otras labores literarias obscuras para la propaganda en favor de los Aliados.
Palabra del Dia
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