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Y la mejor prueba de que me equivocaba de medio a medio, es que estoy escribiendo el prometido libro, aunque confieso que ni me puede servir a para lanzarme a la política, ni tiene nada que ver con el Tirol. Y bien puedo añadir que tampoco merecería la aprobación de la Condesa mi cuñada, suponiendo que yo lo sometiese a su severa censura; cosa que me guardaré muy bien de hacer.

Otras veces andaba por el cuarto a largos pasos. Otras se echaba en un sillón y se cubría el rostro con las manos. Jamás se había sentido tan inactivo, tan incapaz y tan infecundo. Un día cerró con despecho el volumen en que iba escribiendo sus apuntes, y se puso a escribir en hojas sueltas. La inspiración entonces vino sin duda en su auxilio.

Los franceses han cultivado mejor este género de literatura íntima. Así sabemos detalles interesantes y pintorescos. Moliere leía sus comedias a su criada conforme las iba escribiendo. Cuando a la buena mujer no le agradaba una escena el poeta la tachaba. Era su previa censura, el mismo espíritu del público para el cual escribía.

Yo no he llegado a ponerlo bien en claro, de suerte que, al ir escribiendo esta historia, lo probable es que lo deje turbio o nebuloso. De cualquier modo que fuese, y sin escudriñar los secretos de doña Inés en lo tocante a la conducta, aseguro con evidencia que ella, en lo teórico, sin afectación ni mentira, tenía la más acendrada fe religiosa.

Me lo he encontrado solo en Milly donde se quedó antes, tranquilo, pero triste, y tanto o más que nunca viviendo entre sus libros, y de cuando en cuando escribiendo versos que no enseña jamás. Algunas veces, sus amigos, M. de Vignet y M. Virieu, me hablan de él con especial entusiasmo; pero ¿de qué le sirven sus talentos así encerrados, en el supuesto de que verdaderamente lo sean?

En seguida le pasé la traducción, buena o mala, pero copiada de mi propia versión con un signo de interrogación que quería expresar: «No respondo de nada; examínela ustedMe dirigió una sonrisa de agradecimiento, y sin más continuó escribiendo. Algunos instantes después me dirigió un segundo mensaje que decía: «¿Es usted nuevoLa pregunta me demostraba que también lo era él.

O hablaba, o escribía, sin descanso. Los frailes dominicanos lo ayudaban, y en el convento de los frailes se estuvo ocho años, escribiendo. Sabía religión y leyes, y autores latinos, que era cuanto en su tiempo se aprendía; pero todo lo usaba hábilmente para defender el derecho del hombre a la libertad, y el deber de los gobernantes de respetárselo.

Este, por el alto puesto que ocupaba, ejercía considerable influencia en la marcha del litigio. ¡Qué agitación! ¡qué vida afanosa y miserable! Clementina no comía, no dormía: siempre en conferencias con el abogado, con el procurador, siempre escribiendo cartas. Hasta en sus tertulias o comidas no sabía hablar de otra cosa.

El discurso del crítico que condena la zarzuela, despojado de tiquismiquis, es éste: «Tu zarzuela es tonta y chabacana: escribe dramas y no escribas zarzuelas.» A lo que modestamente pudiera contestar el autor: «Si escribiendo zarzuelas, que son más fáciles y tienen menos pretensiones, lo hago mal, ¿qué haré si me pongo a escribir dramas

El otro departamento, compuesto de dos piezas, estaba ocupado por un hombre solo. Era un ruso ó polaco, que volvía casi siempre con paquetes de libros y pasaba largas horas escribiendo junto á una ventana del patio. El español le tuvo desde el primer momento por un hombre misterioso que ocultaba tal vez enormes méritos: un verdadero personaje de novela.