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Fuera resonaba la escoba cantante de una barredora inteligente, cantaban pajarillos y cacareaban las gallinas. Un gallo ronco lanzaba, de tiempo en tiempo, su canto de ensoberbecido sultán.

Tintinea a lo lejos una herrería, y unos muchachos se han sentado en una esquina y tiran contra la pared, jugando, unas monedas. El sol reverbera en las blancas fachadas; se abre un balcón con estrépito de cristales. Y luego, una moza se asoma y sacude contra la pared una escoba metida en un pequeño saco.

Hasta que fatigado, sudoroso y a punto de caer a tierra con un derrame, le entregaba la escoba y recogía el bastón con borlas. Desahogado de este modo su noble pecho de la copia de ajos que le embargaba, emprendía de nuevo su camino y llegaba al Saloncillo en una felicísima disposición de cuerpo y espíritu.

¡Ay señorito! exclamó ella, siempre rodeada de sus niños y con un quinqué de petróleo en la mano . El lujo del pobre: mucha escoba y mucho trapo. Si fuera solita, no digo que no compraría algunas cositas que nos hasen farta, y estaría regulá. Pero ¡cómo quiere uté que una porspere con esta gusanera de chico! El símil no dejaba de ser exacto.

Entre los naipes, los bolos y el pleito que corría ya de su cuenta, no le quedaba tiempo libre en todo el año más que para almorzar la cazuela de leche; tomar las once con medio de blanco; comer despacio el ollón de berzas, patatas y tocino, en compañía de su ama de llaves; echar la siesta, en verano bajo un nogal y en invierno en la pajera; cenar al anochecer otro ollón como el del mediodía; dormir diez horas, y, por último, pasar una escoba ó un puñado de yerbas sobre el lomo de su ganado antes que lo llevaran por la mañana al pasto, y segar el retoño para el caballo que estaba á su cargo.

Doña Rebeca iba delante, montada en una escoba; llevaba a medio cubrir las piernas, secas y nudosas como leños, y en los pies unas alpargatas cenicientas.

Una mañana que me encontró sola barriendo, me pidió conversación. Yo le di... con la escoba en la cabeza; pero otra me quedaba dentro, porque ¿sabe uté? Felipe me gustaba... nada más que por el aquel que tenía... Cantaba los tangos ¡que había que oírle! Le digo a uté que había que oírle. Bailaba panaderos como un gitano de la Macarena. ¡Y luego tan guasón! Nunca se sabía cuándo hablaba formal.

¿Cuál es tu opinión sobre los hombres... y las mujeres? añadí pensando que era un rasgo de ingenio el extender mis estudios sobre ambos sexos. Apoyose Susana sobre su escoba, tomó su aspecto más avinagrado y me respondió con una convicción contundente: Señorita, las mujeres no valen mucho; pero los hombres no valen nada. ¡Oh! protesté yo, ¿estás segura de ello?

Aquel piso jamás había conocido alfombra ni escoba, y si alguno de sus dependientes hubiese tenido la ocurrencia de arrojar en él algunos granos de alpiste, la simiente habría florecido de un día para otro, ni más ni menos que con el riego cuotidiano que el sirviente gallego hacía para aplacar el polvo de la habitación.

Veremos si les saco algo'. Hija, me llenaron de injurias, y una de ellas se fue hacia dentro y volvió con una escoba para pegarme. ¿Qué creen ustedes que hice? ¿Acobardarme? Quia. Me metí más adentro y les dije cuatro frescas... pero bien dichas... ¡bonito genio tengo yo...! ¡Pues creerán ustedes que les saqué dinero!