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Actualizado: 6 de mayo de 2025
No se me olvidará nunca dijo lo que hizo con la pobre Rosa Peñarrón, cuando aquel concierto famoso que organizó a beneficio de los inundados de Valencia. Le envió Rosa tres billetes, y tuvo la desfachatez de devolvérselos con el precio justo, unas quince o veinte pesetas, y enviar luego a Valencia, por mano del arzobispo, una limosna de tres mil duros...
Después imaginó que acaso entre sus amigos, particularmente entre los periodistas, hubiese alguno que le conociera y por el cual le podía enviar un recado de atención. Lo desechó como peligroso. Hasta se le pasó por la cabeza hacerle seña para que bajase y darle una explicación de palabra; pero tampoco osó hacerlo. Era demasiado humillante.
No tardó en presentarse el rechoncho caballero, rojo de indignación, con la inaudita noticia de que acababa de enviar un cartel de desafío á los señores de Chandos y Fenton, cancilleres del ducado de Aquitania y á quienes el príncipe encomendara la elección de los caballeros que con tanto lucimiento sostuvieron el honor de las armas inglesas en el torneo de la víspera.
Y eso que la imagen de su esposa, más rubia que un canario y más colorada que una rosa de Alejandría, miraba al cielo con una expresión mística que jamás él la conociera. El Duque hablaba de enviar el retrato al Salón de París. Mientras Ventura leyó la gacetilla, no le quitó ojo, escrutando con anhelo inconcebible los rasgos de su fisonomía. Pero ésta permanecía inalterable.
El mismo don Mariano, presumiendo toda la culpa de su indiscreción, dejó de ir unos días a la casa de Itualde... Cuando fue, después de enviar cómo heraldo un gran canasto de la más hermosa fruta de su estancia, encontró a sus amigos como de costumbre... Sólo Coca le hizo sus recriminaciones. ¿De quién sino de él podía haber partido la mentirosa noticia?
Y puesto que todos los periódicos del mundo habían hablado de la catástrofe, de la acusación, de los arrestos y del sumario, ¿no era para la religiosa un deber de conciencia enviar la carta a la justicia? Esta nada había recibido; por consiguiente, la carta no anunciaba el suicidio. Natural era, pues, considerar como singularmente empeorada la condición de los acusados.
El general Patiño, fatigado de enviar mortíferos proyectiles a la esposa de Calderón sin que la plaza se diese siquiera por enterada, había levantado el cerco para sitiar a la marquesa de Ujo, que a las primeras granadas había capitulado abriendo las puertas al enemigo.
«Puede ser grave...». Quedó muy débil del parto, y necesitaba cuidados exquisitos.... Las mujeres nerviosas sanan del cuerpo cuando se les tranquiliza y se les distrae el espíritu.... Mire, Julián, tendríamos que hablar para seis horas si yo le dijese todo lo que pienso de esa infeliz señorita, y de esos Pazos.... Punto en boca.... Bonito diputado querían ustedes enviar a las Cortes.... Más valdría que sus padres lo hubiesen mandado a la escuela....
La familia bendecía su nombre y lo encomendaba a Dios con fervor, mañana y tarde, en sus plegarias; sus hermanos menores tenían pantalones nuevos, y se pensaba nada menos que enviar a los dos más pequeños a la escuela.
Entre ellas, la primera fue enviar en busca del médico. Y mientras llegaba se le pusieron compresas de agua fría y se le trasladó a la cama. La desolación reinaba en aquel recinto donde pocos momentos antes todo era júbilo. Y en resumen, ¿por qué? Por si Moisés había echado mal o bien la cuenta de los días de la creación. ¡Una cosa tan lejana!
Palabra del Dia
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